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LECTURA DE VERANO: LOCA POR TI

By Jordi Folck
11/08/2022

 

Cuando ya agosto avanza en el calendario con denuncias de calor, humedades y otros crímenes habituales me he propuesto compartir con los lectores de este blog mi libro BOIG PER TU traducido como LOCA POR TI como lectura de verano 2022.
Es un trhiller de amor y muerte de larga extensión (500 páginas en papel) que el lector puede encontrar , de momento en Amazon en formato digita ( Boig per tu en papel en las lbrerías)
Si alguien no resiste la tentación de adelantar páginas le recomiendo, por lo reducido del precio, que salte directamente al formato digital

Si resultara que la lectura de este libro les invita a cometer crímenes diversos o desapetencias excesivas o no fuera de su interés y bajasen las estadísticas de lectura o de visitas, no se preocupen: pediré disculpas y cambiaré de tema.

Empecemos. ¡Y gracias! QUE LO DISFRUTEN

Introducción

Los pabellones, gélidos, permanecían extrañamente silenciosos. Dos días antes, la nieve había cubierto las naves como si fuese un gran cinturón. El blanco estremecía a los enfermos: cerraban los ojos, chirriaban los dientes defendiéndose de quién sabe qué cavilaciones o amenazas. Aquel manto de nieve debía parecerles una enorme camisa de fuerza.

A los enfermos del psiquiátrico, los edificios de Domènech i Montaner, preciados como emblema de una arquitectura mágica, casi misteriosa, se les aparecían aquella noche como una pesadilla, como alas en vuelo permanente, vidrieras manchadas de rosas y violetas.

Pasaban las seis de la madrugada de aquel trece de marzo cuando se oyó un grito que cortó la noche en dos. No era obra de un loco, siempre disonante, cacofónico, inestable, dolido. Era el chillido creciente de una mujer aterrada, al que siguió otro de menor intensidad y el ruido de pasos que corrían en la noche.

En el pequeño teatro del centro, entre bambalinas, el cuerpo de una mujer colgaba de una cuerda sujeta a un pasante de madera, balanceándose como el péndulo de un viejo reloj desajustado que marca la hora equivocada. La sombra de la horca dibujaba un seis en el suelo por encima de una silla caída, un trozo de luna que pronto se fundiría en la nada.

Los gritos habían desvelado a aquellos que vivían fuera del tiempo y que, poco después, dormían como bebés, confiados en que su mundo no se había extinguido todavía.

 

0.    Carta encontrada en el bolsillo de la paciente después de su óbito.

 

Querido Carlos,

Ya hace quince años que me dejaste. Si crees que el tiempo lo borra todo, estás equivocado. De la misma manera en que el prisionero marca en la pared de su celda los días de su cautiverio, tú te levantas de la tumba para arañar sobre mi piel tu ausencia. Las heridas sangran copiosamente. Tengo la cabeza, la mente, el cuerpo entero lleno de llagas incurables. Así que he decidido poner fin a mi vida. Aquí, en el Pere Mata de Reus, están prohibidos los objetos punzantes, cortantes; sí, incluso los bolígrafos. El mero hecho de escribirte esta última carta ha sido una odisea.

Dicen que estoy loca, que estoy loca por ti. Pero ¿qué sabrán los médicos del amor cuando el amor no se encuentra ni en el corazón, ni en el hígado, ni en la médula, en el cerebro o en la epidermis? Si lo buscasen con sus instrumentos, con sus pantallas de rayos X, ¿lo podrían ver? No creo…Dicen que escribo cartas desde hace años a alguien que ya no está en este mundo. ¿Esa es la prueba de mi locura? ¿No se levantan monumentos, no se inauguran plazas y calles con el nombre del finado?, ¿no se construyen teatros y palacios con nombres de dramaturgos, poetas o músicos a quienes les negaron los méritos en vida, que los reciben ya muertos? Ah, mundo loco y cruel, ciego, que aplaude a los que yacen, y en vida les da la espalda. ¿Loca yo? Hay más locura en el mundo que nos rodea que en los desafortunados prisioneros de un centro psiquiátrico, a quienes una depresión, un golpe emocional o un trastorno transitorio han alejado de la vida cotidiana.

He tenido bastante con treinta y dos años de vida. Y mi propia muerte no será vista nunca como un acto de amor hacia ti, sino como un acto de locura irreparable. Amor-muerte. Nunca ha habido dos palabras tan cercanas y tan parecidas. Yo las uno.

Sencillamente, me muero de amor por ti. Por tanto, me mato por ti.

Dicen que aquellos que se quieren se reencontrarán en el paraíso; que el primero en morir espera al otro al final de un túnel de luz. Así lo escriben aquellos que han muerto, pero que han regresado a la vida gracias a la ciencia médica o por la mano de Dios. ¡Vete a saber dónde empieza una y acaba la otra!

Querido esposo, amado padre de un niño que nos arrebataron prontamente de nuestro lado: no llores más por mi ausencia. Pronto, muy pronto, estaré contigo.

Te quiero, Carlos, sí, te quiero con locura; pero no con la locura de la que hablan los médicos, sino con la totalidad de mi persona; desde mi conciencia clara, desde mis sentimientos más nobles. Tómame y hazme tuya de nuevo. Que la tierra y el cielo se unan en un todo cuando tú y yo, abrazados, volvamos a ser uno.

Pronto, amado mío, muy pronto, seremos el uno para el otro.

Rosa María Vidal

Reus, marzo 2020

 

ACTO PRIMERO

1.Los diarios de Rosa María Vidal

 

5 de junio de 1998

Querido diario,

Hoy contaban en la radio que cuando alguien sufre un problema grave, no debe encerrarse en él, sino que es mejor que lo escriba, que es una manera de verlo claro, de quitarse los fantasmas de encima, de enterrarlos en lágrimas de tinta. Por eso, hoy he comprado varias libretas de tapas rosadas y hojas de un blanco inmaculado que se convertirán en un diario personal, para volcarme en él y ahogar, virtualmente, al imbécil de Roberto. Las personas que sobreviven a atentados terroristas (decía en la radio el médico invitado) tienen que garabatear papeles para eliminar todo su dolor. Necesito ahogar mi rabia y convertirla en letras, en manchas negras y sucias, porque Roberto, el chico que me gustaba y con el que salía, me ha engañado con otra. Bueno… seamos claros: los he pillado bajo un tilo besándose. Ella, al verme, ha escondido la mirada, pero aún sonreía, la muy pánfila. Él se ha disculpado.

—Rosa, ¡no es lo que parece!

¡Claro! ¡Yo soy bizca! Se daban un beso de esos que recuerdas toda la vida, y dice que no es lo que parece… Además, ¿me tomaba por ciega el niñato? ¿O piensa que soy esquizofrénica y tengo visiones?

Maldito sea el cabrón, que me prometía la luna y una vida de cuento y, sin merecerlo, me pone los cuernos. Le tendría que dar una paliza. Ya lo decía Rimbaud en un verso: “…cuando se tienen diecisiete años, no se puede ser serio”. ¡Otro, qué tal!

 

Nadie es serio a los diecisiete años

Una hermosa tarde harto de cervezas y limonadas

y cafés ruidosos con candeleros brillantes.

caminas bajo los verdes tilos del paseo

¡Qué bien huelen los tilos en las buenas tardes de junio!

El aire a veces es tan suave que se te cierran los párpados.

El viento cargado de ruidos —la ciudad no está lejos—

Lleva perfumes de vid y perfumes de cerveza

 

¡Y dale con los tilos!

En las postrimerías del siglo XX, los papeles han cambiado: las mujeres —lejos de quedarse en casa esperando el sueldo del marido, sumisas, devotas, aplicadas— trabajan, se espabilan; dirigen empresas, países y economías. Ahora son ellos los calzonazos que han perdido su identidad y no la encuentran por ningún lugar.

¡Capullos! ¡Muertos de hambre, espantapájaros, inútiles! Darle un beso bajo un tilo. ¡Hay que tener huevos! Así que tengo que escribir y dejar aquí mi rabia antes de que la rama del tilo, mira por dónde, aterrice sobre él estrellándose en su cabeza.

Al verme cabreada esta mañana, mi madre me ha dicho: “Rosa María, hazte una tila”. ¡Ahhh! Y ahora, ¿qué cara tengo que poner en el instituto? ¿De cornuda?, ¿de abandonada?, ¿de ofendida?

“Hacéis una pareja preciosa”, eran las palabras más oídas en la escuela. Parecía la letra de la canción del verano: “Están hechos el uno para el otro, dubi-dubi-da… Es un amor que aguanta… dubi-dubi-da”. ¡Muy bien, de acuerdo! Ahora que Roberto sale con Lidia, ¿seguirá sonando la canción del verano?

¡Ya basta de escribir! Esto de hacerlo a mano es una condena. “Letra tortuosa (diría un entendido), retorcida, necesidad de expresarse, vida interior plena, ahora cegada, arrebatada en plena juventud. Rosa María necesita expresarse de la forma que le sea posible para enriquecerse, tanto a ella misma, como a aquellos que la rodean”.

Gracias, doctor Floïd. Considero que todos los psiquiatras están locos, pero usted me cae bien. Seguiré su consejo. Escribiré este maldito diario clavando el punzón del bolígrafo como las abejas su aguijón sobre la piel de la víctima. Con rotundidad. Y después, con la misma pasión, clavaré el cuchillo sobre el cuerpo de Roberto dibujándole un corazón y escribiendo el nombre de los enamorados.

Tranquilo, Floïd, no estoy loca, solo cabreada. Quedan dos semanas para que acabe el instituto. El año que viene, Roberto tendrá que seguir con el negocio familiar, Pastelería Serra, y yo volaré a Barcelona para estudiar Derecho, a ver si, como dice mi padre, “puedo enderezar mi mala leche crónica”. Ahora me toca la selectividad.

Soy una mujer con personalidad propia, con una identidad ganada con talento y sobreesfuerzo, a quien un beso de una cualquiera no puede frenar. Juro que me las pagarás, Roberto de las Cabras: ¡A mí no me abandona nadie! Hasta que no me haya comido el merengue de tu cerebro, no pararé.

Por cierto, Floïd, un hombre tan inteligente, tan sabio, ¿cómo ha dejado que bauticen una crema de afeitar con su nombre?

“Su espuma extra cremosa y su consistente textura permiten una mejor adherencia a la piel, ablanda la barba y facilita el deslizamiento de la cuchilla, proporcionando un afeitado rápido y duradero”.

¡Hala!, como decía la abuela Teresa: mañana será otro día.

 

(SEGUIRÁ)

 

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