Viví en Montbrió del Camp mis primeros diez años. En septiembre de 1961 nos instalábamos en Reus, a solo nueve kilómetros, pero, ya otro mundo. Para mí, Montbrió de camp fue siempre mi Montebrione, mi Macondo donde no había cañas bravas ni ríos, ni piedras gigantes, lisas y pulidas como huevos prehistóricos. En el fondo quizás no había nada pero allí estaba mi casa y mi gente. Montebrione, de una forma abierta o escondida, siempre ha aparecido en mis libros, fuera con algunas de su calles o de sus gentes. En “Libro de Conjuros de la Vieja Tarántula (La Galera, 2011) o en “Vols fer el favor d’apujar-te els pantalons”, (Barcanova, 2012) se le menciona aunque fuera porque allí nunca pasaba nada y pasaba de todo.
Había un cine que funcionaba los domingos y una biblioteca que abría un par de horas cada noche -atención, seguimos en los 60-. No había clubes de lectura, ni cinefórums. No había librerías pero sí un quiosco en la plaza porque la ciudad de Reus seguía estando a la vuelta de la esquina y a la que se llegaba en un autobús de línia. Había dos escuelas, las escuelas nacionales que eran dos edificios -uno para chicos, el otro para chicas- y la escuela de las Carmelitas Descalzas por las que, como ya dije, pasó todo el pueblo.
Festa Major y navidad montebrionesca
No teníamos redes sociales, ni videos en youtube y solo dos cadenas en televisión cuya emisión empezaba a las seis de la tarde (lo sé, ya conté eso) . Pero éramos felices. Nunca estuve en peleas ni alborotos, nunca me metí en problemas porque en Montebrione no había con quien pelear, ni nunca fui peleón, ni había alborotos, ni problemas. Gobernaba un alcalde franquista, Pere Borràs, que daba discursos, en el balcón municipal, al salir de Misa Mayor en la Fiesta Mayor, en los 50 (aportación de mi padre, al otro lado del hilo telefónico). Parece ser que los políticos abandonaban su alcaldía, con sus varas y atributos mayores acompañados de una pequeña orquesta que les conducía hasta la iglesia donde les esperaban, al acabar el solemne oficio religioso, para devolverles, de nuevo, a su Casa Consistorial. Teníamos la iglesia de San Pedro Apóstol y su robusto campanario, donde, aún en los 60, la primera hilera de bancos era reservada para las autoridades: el alcalde, el secretario, el médico, el juez, el practicante, y el alguacil. Y aún hoy, los bancos de la izquierda para los hombres y los de la derecha para las mujeres en una tradicion inalienable que persiste desde quien sabe cuándo. Y teníamos una ermita de Sant Antoni y a un capellán escritor, Mossén Ollé que, muchos años después, organizaba un pesebre hecho solo con muñecas, quien sabe si inspirado en aquella famosa campaña de las muñecas Famosa cuya letra aún recuerdo, sin esfuerzo…
Las muñecas de Famosa se dirigen al portal para hacer llegar al niño su cariño y su amistad. Y Jesús en el pesebre se ríe porque esta alegre (bis). Navidad jubilosa. Nochebuena de amor, Navidad jubilosa. Es un mensaje feliz de las muñecas Famosa ( Luis Figuerola-Ferretti escribió la letra y Jaime Pérez la música para un encargo a la agencia de publicidad Clarín)*
https://www.youtube.com/watch?v=dXvwgAjzpuc.
Y en una reactualización con advertencia: https://www.youtube.com/watch?v=IZrI7vdEaw0
Como nos pusimos navideños recordar que los Reyes Magos venían en tractor. A la mañana siguiente las calles parecían tan vacías como el lejano oeste americano que había llegado hasta nosotros hasta que, como en todos los pueblos del mundo, a la mañana siguiente, se visitaba a los tíos o a los abuelos donde se recogían más regalos.
Ah, inocencia, qué pronto nos abandonas y nos lanzas a un despertar, para muchos de pesadila. Quizás si me convertí en escritor fue porque si el hada madrina lograba convertir una calabaza en carroza y a unos ratoncitos entrometidos en caballos…¿no podía yo lograr cambiar mi alma de niño curioso por el de escritor prolífico y disciplinado? ¿Acaso la escritura no sigue siendo la mejor de las magias y, los libros, el mejor de los conjuros? Montebrione fue mi cuna (con brío) pero Reus fue un empujón y Barcelona mi trampolín.
Un nuevo pueblo
Pero cuando vuelves tu mirada a la niñez no hay allí manchas, ni oscuridades sino calles que eran pequeñas pero que veías como avenidas neoyorquinas -la calle Mayor- o portales antiguos como el de la calle de la Closa, junto al Ayuntamiento que,por estar ahí, la pequeña primera bibloteca, era el camino de las maravillas. Y la Avenida Sant Jordi con el mejor aceite de oliva del mundo, Siurana, de la cooperativa agrícola frente a la cual mi padre tenía su (que no era suya) fábrica de alfileres. Desde allí ya Montebrione perdía sus casas y se iba descolgando del mundo. ÚItima parada del pueblo: el cementerio.
También Montebrione encontró su varita mágica o a su hada madrina, que aún no sé qué fue primero. Tuvo un mago bueno, Vicenç Ferré, después de tiempos oscuros y ahora tiene una emperatriz-alcaldesa (Carmina Blay) que convirtiron a ese pueblo del oeste en una villa a la que le nacieron aguas medicinales, ¡un balneario! y barrios residenciales y una flamante biblioteca y nuevas escuelas, un grupo de batucaires briosos como corceles salvajes y sus restaurantes bellos y buenos ( los probé) y su escuela de danza que enseñó a bailar a dos generaciones… La fábrica de alfileres sigue ahí. Y ahi sigue mi padre de 82 años de 9 a 2 trabajando, porque los sueños no se logran por arte de magia si con tesón, entrega y sacrificio. Y la Caixa de Tarragona que llevó, durante tanto tiempo el bueno de Santiago, el viajero, donde efectué mi primera imposición de 25 pesetas en una cartilla de ahorro a finales de los 60. Alli había el Café del Parent y, en eso perdimos todos, donde ahora hay una entidad bancaria. Y el cine o sala parroquial sigue en pie ( dos). Hay altos y frondosos plataneros custodiando la riera a la sombra del campanario de las hermanitas descalzas que ya abandonaron la escuela y la iglesia cuando, quien sabe, les entró frío en los pies.
Montebrione, pequeño, suave, pero alegre, luminoso me arropó durante mi niñez y ahora sigue su camino, impertérrito, abierto a quien lo quiera. De allí surgieron el llamado Merlín español, Fructuós Canonge (Montbrió de Tarragona, 1824-Barcelona, 1890, el historiador Doctor Marc Ribas i Massó, los pintores Sugranyes, Lluís Folch, mi tío, el artista plástico Pere Folch (sí, hay muchos Folchs allí ) Josep Piqué, pintor, escultor, compositor… Amadeu Francesch Vidal, biólogo, Sor Lluïsa Dalmau, abadesa de Vallbona de les Monges, Ramón Puig, compositor , y tantos otros…
Ahí, en algun lugar remoto de ese Montebrione, entre los bancos de la biblioteca o de la iglesia o entre las palabras amables de la germana Assumpció, quizás en las escuelas nacionales encontré la semilla de la creatividad que prendió y arde, cada día en ese mismo instante de escritura y hasta el último día de mi existencia.
Fotografía hecha por mi padre, Jordi Folch frente a nuestra casa, por la que asoma mi abuela, el antiguo horno de pan y al lado de mi madre, la lozana andaluza ( 1962-63, domingo de ramos)
*Se acercaba la Navidad y el fabricante de juguetes Onil encargó a su agencia de entonces, Clarín, una campaña de cara a las fiestas. Los creativos se dieron cuenta de que Famosa tenía demasiadas muñecas distintas y no iba a ser posible anunciar cada una de ellas individualmente. Por ello, se hizo una película general que recogía toda la gama, intentando aprovechar el momento para promocionar todos los productos dado el amplio mercado que existía, pero que no tenía “imagen de marca”. Famosa y sus creativos querían darse a conocer como una “marca de muñecos”, porque en aquellos tiempos no se pedían juguetes específicos como sí hacen los niños ahora. Además, se aprovecharon de que era Navidad para poner el escenario del Portal de Belén y escoger un villancico como jingle, que se quedaría para la posteridad (La Vanguardia. 31-12-2018)
Abajo: libro en el que aparecen algunas calles de Montbrió del camp
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