Hago otra pausa en mis memorias de escritor. Suceden hechos (o se provocan) que abren mi mirada sobre la realidad y me gusta compartir esos descubrimientos pequeños pero siempre provechosos. Este fin de semana fue especialmente rico.
Me encuentro escribiendo un libro donde los protagonistas son payasos: sentía que tenía un conocimiento escaso o inexistente sobre ese mundo y los recuerdos que guardaba de la infancia ya habían desaparecido.
Ponerme en la piel de un payaso y hacerle reír, en mi novela, me suponía un reto descomunal, atrapado por una estructura de humor aún velada. Descubrí, escribiendo, que no me divertía -la gasolina de la imaginación- que andaba buscando una carcajada escrita que nunca llegaba. Siempre he dicho que hacer llorar o asustar en una trama es fácil pero hacer sonreír o provocar una carcajada necesita de un conocimiento (de la estructura del humor) y una habilidad -el humor- que yo no poseo. Así que me inscribí a un curso de clown-coaching con la actriz y payasa Marisol Casas (Clermont Ferrand,1964) este viernes y sábado.
ClownChing
Finalizó ayer por la tarde-noche. Aprendí bastante como para poder meterme en mi novela con mayor conocimiento y menos margen de error. Agradecido por esa oportunidad sabré aprovecharla…
En ese curso limitado a cinco personas vi a gente reír, llorar, emocionarse… seres que, quizás por primera vez, eran aplaudidos con los alumnos puestos en pie.
El arte de la improvisación está conectado directamente con el lenguaje, con la pantomima y muy especialmente con el alma humana. Yo mismo recuperé al niño tímido y apocado que nunca levantaba la mano en clase por el qué dirán, por vergüenza, o porque quizás la duda era entonces sinónimo de estupidez y de chanza.
Al recuperar ese niño entre lágrimas ( en alguien muy seguro de sí mismo) afloraron las emociones llevado por un discurso que era el de
………aquellos que tengan la facultad de hacer reír que lo hagan porque este mundo oscuro necesita reír, porque reír también salva vidas.
La verdad del payaso
Aprendí a reconocer la verdad del payaso y la diferencia de actuar con o sin nariz: cuando un actor o un cantante se presenta sin nariz nos contará la verdad de su personaje pero no la suya propia; sin embargo ponerse la nariz roja implica abrir la puerta de las emociones, de los sentimientos. Una nariz roja visibiliza no solo la verdad de cada uno, si no el dolor humano que la nariz engrandece y entrega; el payaso se transmuta, crece… El más pequeño gesto, una sonrisa, o una mueca, el solo y ligero movimiento de un pie, el aleteo de unas manos, el grito o el llanto que surge de la garganta, ese éxtasis de la verdad, te permite reconocer a un ser humano puro, sí, a ese niño que fue y que permanece, a pesar de los años transcurridos, oculto bajo la piel. El pánico escénico desaparece y aflora la persona que fue. ClownChing, esa sabía mezcla de clown y coaching, sirve para reconocer nuestros miedos y atajarlos para, en la magnitud de la tragedia de cada uno, buscar un resquicio de luz que nos ilumine y descubrir que tal vez ese miedo no era tal… o que la voz que nos atenazaba había sido impuesta, en nuestra educación, por nuestros padres o por amigos influyentes, por el maestro, o por el capellán… Ponerse la nariz de payaso significa reconocer las propias miserias y engrandecerlas, embellecerlas y aceptarlas: en el fondo es un proceso terapéutico (de ahí los payasos de hospitales) que a cada uno sirve a su manera…
Lo veíamos en Grock, en el payaso Marcelino, en los Colombaioini, en Chaplin, en Buster Keaton, en los hermanos Marx y bajo las carpas de los circos (nunca en las fiestas de cumpleaños, bautizos y comuniocnes a la que acuden falsos payasos que ni son bufones ni hacedores de risa que limitan sus funciones a hinchar globos, a esconderse tras el rostro pintado y hacer de la carcajada fácil su metodología de trabajo.
Solo a llegar a casa me di cuenta de lo grande que podía ser un payaso y curiosamente de lo que pequeño que podía ser un político. Perdonará el lector ese desvío que, en el fondo,es la razón de ese artículo. Ya son diversos posts en los que me quejo de la escasa capacidad de nuestros gobernantes, de su necedad, de su incultura, de una improvisación permanente de la que nada bueno sale.
La verdad del político
¿ Cuál es la verdad de un político? ¿Servir a su país y a sus ciudadanos? ¡No!, eso son solo palabras hueras, de ridículos programas electorales que nadie lee. ¡Ay, si ellos se colocaran una nariz! Quizás podrían aún ser salvados cuando sonara su verdad, la verdad de su ignorancia, de su estupidez, de su rabia, de su deriva, de su falsedad, de su estulticia, de su sentido de la solemnidad, de sus creencias, de quienes creen ser superhombres y son solo un manojo de carne y huesos en muchos casos ya descompuestos, aunque esa sonrisa, sin nariz, esconda la verdad de su degradación.
¿Cuál es la verdad de un político? permanecer el mayor tiempo posible sujeto a su sillón de diputado o de senador, a sus dietas, a su sueldo astronómico, a sus titulares que le convierten en notícia, a las fotografías de quienes se reconocen importantes, significativos, adalides de no sé qué y donde vive la inmundicia agazapada, en derechas o izquierdas, en Vox o en Podemos, aquí y allá. Si uno observa detenidamente a Trump verá al gran payaso, al mentiroso, al falsario que se mueve como si la Verdad Única e Incorruptible fuera Él, al payaso blanco que cree saberlo todo y no sabe nada. Lo mismo con Pablo Casado, el memo, o a charlatanes como Iglesias, Arrimadas, Cañizares. Que pena no lleven su nariz roja en el bolsillo para descubrir su propia verdad: ¡la soberbia y la estupidez!
Entre el político y el payaso me quedo con el payaso que nos hace reír y llorar, nunca con el Hombre de Estado que nos hace reír y llorar sin ganas, payasos de salón qué esconden bajo su rostro hirsuto y prelavado el maquillaje vergonzoso de quién se creyó importante y fundamental o que quiere hacerse pasar por lo que no es cuando, en plena pandemia, la cultura ha sido ya sentenciada a muerte mientras ellos ríen escondidos detrás de un traje de látex vacío, hueco, tal vez, solo una chistera de mago roída por la falta de convicciones y capacidades.
Marisol Casas
Políticos y no políticos deberían apuntarse a alguno de los cursos de Marisol Casas a la que verán pronto en escena con la obra que tuve el placer de escribir: Della Fantasía Rodari visto por Fellini.
Pónganse un día una nariz de payaso y verán que delante y detrás de esa nariz está la verdad pura, hermosa, luminosa de ese niño que tal vez nos abandonó y que es preciso, urgente, que regrese. El mundo sería mucho más hermoso si fuera gobernado por payasos, siempre más puros e inocentes que los payasos disfrazados que se perpetuan en el poder. Ellos necesitarian varios intensivos de ClownChing. Marisol, tienes trabajo. ¡Y gracias!
http://www.marisolcasa.cat/ca/
Foto: Silvia Alabart, actriz, en el curso de Clownching
Cartel de Marisol Casas en “Della Fantasia” de próximo estreno
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