Desde que mi padre construye con sus propias manos un teatro de guiñol que llega a mi vida a los ocho años el mundo de las marionetas ejerció sobre mi una fascinación que aún hoy, 50 años después de esa primera comunión y ese extraordinario regalo, continua. Pero no solo fue mi padre quién me adentró de forma inconsciente hacia ese pequeño mundo donde los seres de madera cobran vida si no que, ya en el 68 TVE emitía una serie de programas interpretados por marionetas que dirigía y conducía Herta Frankel, la marionetista austríaca que había triunfado en España unos años antes con Franz Johan en televisión (“Los Vieneses”).
https://www.youtube.com/watch?v=nli-t83gba8
Más tarde, a mis diez años, en 1971 se estrenaba en Televisión Española el programa infantil El País de la Fantasía, de mayor elaboración y que me pegaba a la pantalla como ningún otro programa. Siempre dije que yo era hijo de Herta Frankel y de los Chiripitifláuticos los que labraron mi imaginación: televisión con pocos recursos y grandes ideas.
Herta Frankel
Un día a mediados de los noventa encontrándome en la biblioteca del centro de lectura de Reus por azar descubrí que aquella mujer, Herta, que había sido una referencia inigualable en mi fértil imaginación aún vivía y no sé aún cómo pude contactar con ella. La visité en su taller de Vallcarca, sí su taller de marionetas, la fábrica de sueños donde vivían aquellos seres que tanto me habían embelesado. Ahí la conocí -un momento de temblor- con su reconocible acento, y a Pilar Gálvez y a Ferran Gómez que habían sido la mano derecha y abierta en los últimos años (remontando la compañía de marionetas de HERTA FRANKEL en 1985). Cuando los conocí luchaban para que todo el legado de la marionetista no se perdiera, algo que lograron algunos años más tarde cuando el parque de atracciones Tibidabo creó un nuevo espacio, el Marionetarium, donde aún hoy viven y se multiplican a través de talleres nuevas marionetas y donde reviven las antiguas: Danny Kaye, Lola Flores, payasos y bailarines . Mi amor, mi veneración por este arte me llevó a pedirle a la compañía un presupuesto para una nueva serie de televisión pero el disparatado monto de los números y el hecho de que ya en los años 90 los espectadores quisieran algo mucho más actual, de ritmo vertiginoso, un montaje picado, activo, me alejaron de la posibilidad de hacer posible ese regreso. No poseo ninguna fotografía con Herta frankel pero sí con sus alumnos. Herta era esa hada de caramelo que había sido bailarina que se había paseado por toda España con sus espectáculos de magia y marionetas inundando de cierta felicidad el tiempo oscuro del franquismo. Nunca se le reconocerá bastante ser esa alma ligera y bondadosa, la abuela de los cuentos que nos llevó a un universo de candor, de inocencia, de pequeñas cosas y de lucha entre el bien y el mal donde siempre vencía el Bien cuando el Mal, la Ideología única, nos sometía.
Regreso al País de las Marionetas
Después de Primeras aventuras de Pere Ganxet (Edicions del Bullent) autoedité, desde mi empresa Folch-Genius & Co, el libro, en catalán y en castellano Regreso al País de las Marionetas con ilustraciones del gran Hugo Prades y donde Violeta acababa siendo la salvadora de un mundo fantástico después de la muerte de su reina Atreh (anagrama de Herta) y en donde aparecían todos los personajes frankianos: Tío Pepito, Gruñón, Tía Cristina, el comediscos y Marilin, la perrita que enseñó desde la televisión a los niños españoles a tomarse la sopa… El libro se vendió muy mal porque quizás la nostalgia ya no era moneda en ese tiempo. Había considerado la posibilidad de escribir un libro o serie de libros en torno a los Chiripitifláuticos, una nueva aventura que nunca llegó, después del fracaso de ese revival nostágico de Frankel ( y a pesar de tener los derechos firmados por Rita Varola, viuda de Óscar Benegas, su creador). Curiosamente acababa de regresar de Praga así que no ha de resultar extraño que sea en ese país donde acontece la historia: la portada reproduce a Violeta en el puente de Carlos. No ha de resultar extraño dada la tradición marionetística del país con diversos teatros donde uno puede ser abducido por sus espectáculos: cuando regresen a Praga no se olviden de Don Giovanni de Mozart interpretada por marionetas o por cualquiera de los espectáculos de los teatros negros praguenses…
Yo no conocía aún las Crónicas de Narnia de C.S.Lewis así que la idea de que la malvada Arácnida convirtiera a algunos personajes en estatuas de sal me pareció muy imaginativo sin saber, insisto, que ya otro grande había utilizado esta idea en “La bruja, el león y el armario” .
Regreso… fue presentado en junio del 96 en el Centro de Lectura de Reus con la participación de sus principales marionetistas. Ferran y Pilar tuvieron a bien regalarme una de las réplicas de Violeta, una marioneta que se movía, en los programas, con el sistema de stopmotion, fotograma a fotograma… (y que ahora me acompaña cuando escribo) o con varillas sobre fondo oscuro. Violeta, la intrépida, reapareció en mi libro Un Consomé de contes (La Galera) en una narración dónde se exhibía a la ratoncita en un museo del futuro como un amigo del pasado. Herta ya no supo del libro. Había fallecido en febrero de 1996 coincidiendo con mi primer viaje a Nueva York.
Mi literatura crecía como mi vida, que daba vueltas.
Nueva York y Joaquín
Nueva York, mi ciudad soñada -el primer libro que saqué de una biblioteca- me sirvió para conocer a uno de los últimos grandes caballeros que aún perviven en nuestro mundo mejorando la especie humana: Joaquín Chan. Mi matrimonio empezaba a hacer aguas. Mi hermano que había trabajado un año en la oficina de comercio exterior de L.A. me habló de él como de alguien sabio y necesario. Y no es que no tuviera amigos a los que relatar mis dudas pero Joaquín se me apareció como Gandalf que con su sapiencia es capaz de derrotar el Mal y ayudar a salvar la Tierra Media. Entre nosotros había nacido una larga comunicación epistolar (email) que acabé recogiendo en dos volúmenes de cartas que le regalé cuando nos encontramos, sin conocernos ni habernos visto antes, en la Grand Central Station de Nueva York, uno de esos momentos que uno nunca olvida, por las dimensiones del personaje y por el escenario que tantas veces había idolatrado en las películas de Hollywood (especialmente Judy Garland en “El reloj/Campanas del destino” de Vincent Minelli, 1945). Con Joaquín viajé hasta Los Ángeles en una experiencia que me sirvió para tomar decisiones importantes que iban a llegar solo dos años después: la separación amistosa de M…
Joaquin sigue siendo unos de los puntales de mi vida con el que he ido atesorando momentos, como su 50 cumpleaños en Siena hace ya una década. Todos necesitamos seres mágicos a nuestro lado que, como en el país de las marionetas, nos salven de las telarañas de la tierra gris, como escribí en mi dedicatoria en el Regreso al país de las marionetas, título que era también una invitación a volver a los días felcies de la niñez, cuando en la edad adulta andamos perdidos y llega el momento de cortar ciertos hilos y empujar el alma…
Seguirá
(Retrato de Pep Escoda 1996)
2.Marionetarium
3. Portada del libro
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