Voy cerrando esos tres capítulos dedicados a las necesidades del escritor. Y hoy toca la que menos gusta, cuando la escritura nos exige un trabajo duro. Sí, el trabajador de las palabras como el joyero, el gemólogo saca brillo y lustre a cada una antes de engarzarla en ese precioso collar de letras Aquellos que solo buscan fama y dinero nunca llegarán a nada porque pretendieron pasar por encima y rápido por los empinados escalones del trabajo, Y recurro de nuevo a los grandes para que tengan una idea de cómo trabajaban. Sí, trabajar la idea, la frase, las palabras no es un paso de bailarina ni uno de elefante sino el de un cienpiés nervioso que sabe donde pisa. Así pues…
Trabajo duro, disciplina y fluir.
“El trabajo creativo requiere de un inmenso y sostenido esfuerzo, de tal sacrificio personal y de una dedicación tan excepcional entre el común de los mortales, que ahí podría estar el origen de sus más grandes consecuencias personales. La vida es breve en sí y lo desmesurado del esfuerzo exige desatender otros esfuerzos vitales”. (Bryce Echenique, 1994)
“Me he convencido de que todas las personas de talento desconocidas por el público lo fueron porque se eclipsaron por algún motivo, carecían del gen de la ejecución, la paciencia, la predisposición al esfuerzo, la constancia, la obstinación: en una palabra,del método“. (Piccolo, 2008)
“Trabajo ahora tanto o más de lo que trabajaba hace tres o cinco años. Trabajar y tener el aspecto de alguien que trabaja desde las nueve de la mañana hasta el almuerzo y desde el té de la tarde hasta la hora de dormir, se ha convertido para mí en una costumbre. En este sentido soy funcionario. Si de mi trabajo no salen más de dos relatos al mes, o 10.000 rublos, la culpa no es de la pereza, sino de mis características psíquicas y orgánicas. (…) La llama que arde en mí es regular y apagada, sin estrépito ni llamaradas” . Antón Chéjov (Consejos a un escritor)
“Ahora bien, si no tienes ganas de trabajar como una mula, será inútil. Confórmate con tu medianía y da gracias por tenerla de cojín. Existe un muso pero no esperes que baje revoloteando y esparza polvos mágicos creativos sobre tu máquina de escribir u ordenador… Digamos que te toca a ti sudar la gota gorda, mientras el muso se queda ahí sentado, ruma, admira las copas que has ganado en la bolera y finge ignorarte. ¿Te parece justo? Pues a mí, sí”. (Stephen King , 2000)
“Cuando una persona es capaz de organizar su conciencia para experimentar flujo tan frecuentemente como le sea posible la calidad de vida mejora inevitablemente porque incluso las rutinas de trabajo llegan a ser agradables y a tener un propósito. El flujo ayuda a integrar la personalidad porque en ese estado de profunda concentración la conciencia está profundamente bien ordenada. Los pensamientos, las intenciones, los sentimientos y todos los sentidos se enfocan hacia la misma meta”. (Csikszentmihalyi, 2008)
Y por encima del trabajo añadimos otra de las características del escritor: su independencia
“A medida que crecemos y que empiezan a adiestrarnos para el trabajo, para la mansedumbre y para la infelicidad, el hábito de la imaginación se vuelve peligroso o inútil, y sin darnos cuenta lo vamos perdiendo, no porque éste sea un proceso tan natural como el del cambio de voz, sino porque hay una determinada y eficacísima presión social para que no nos convirtamos en seres saludables y felices, sino en súbditos dóciles, en empleados productivos, en lo que antes se decía hombres de provecho”. (Muñoz Molina, 1994)
Y un texto extraordinario que sigue resonando en nuestros oídos tantos años después
“Decid: ¡ay, padre, ay madre, ay esposa mía, ay, hermano, amigo hasta hoy he vivido con vosotros según falsas apariencias pero desde hoy pertenezco a la verdad. Sabed que, a partir de ahora, no obedeceré ninguna ley que no sea la eterna. No tendré alianzas ni vecindad. Me esforzaré en alimentar mis padres, mantener una familia, ser el fiel marido de una sola mujer pero cumpliré estas obligaciones de una manera nueva y sin precedentes. Rechazo vuestras costumbres. Debo ser yo mismo. No puedo dividirme más. Si podéis quererme tal como soy seremos más felices. Si no podéis quererme trataré de obtener, aún así, vuestro amor. No esconderé ni mis gustos ni mis disgustos”.
Ralph Waldo Emerson (1803-1882)
“Sin embargo, fue allí, en Madrid, mientras seguía con cierto desgano los cursillos del doctorado en la Facultad de Letras y leía galopantes novelas de caballerías en la Biblioteca Nacional (había contraído el vicio desde que leí Tirant lo Blanc, en Lima) que me planteé por primera vez la ambición de ser un escritor y nada más que un escritor. Llegué a esta conclusión por el método eliminatorio, luego de haber descubierto que tampoco quería enseñar. Ni abogado, ni periodista, ni maestro: lo único que me importaba era escribir y tenía la certidumbre de que si intentaba dedicarme a otra cosa sería siempre un infeliz. Que nadie deduzca de esto que la literatura garantiza la felicidad: trato de decir que quien renuncia a su vocación por “razones prácticas”, comete la más impráctica idiotez. Además de la ración normal de desdicha que le corresponda en la vida como ser humano, tendrá la suplementaria de la mala conciencia y la duda. (Vargas Llosa, 1971)
Termino con Robert Stenberg que señala que la creación no es una capacidad o una habilidad, sino una decisión personal: “Sí, la idea básica es que la creatividad, verdaderamente, es una decisión. La persona creativa piensa de una manera diferente respecto a lo típico o común. Por ejemplo, si la persona creativa ve que todo el mundo está caminando en una dirección, ¿él aceptará esa dirección como la dirección correcta simplemente porque todo el mundo está caminando en esa dirección? Al contrario: si todo el mundo va en una dirección, él piensa que debe caminar en la dirección opuesta. El creador piensa: Tengo mi propia idea y quizá mi idea sea mejor. En general, las personas siguen a otras sólo porque hay mucha gente que va en esa dirección. Pero la persona creativa decide ser independiente, aunque a veces haya consecuencias negativas“.
Y la última de las seis necesidades:
Emotividad. Capacidad para emocionar.
Nos vemos pronto. Cuídense y…¡ escriban!
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