¿Qué pasa en la aulas de educación secundaria?
En el capítulo anterior narraba, con cierto asombro, el descubrimiento de una realidad escolar que se me había escapado : qué pasa en las aulas de secundaria. Y lo cuento añadiendo la etiqueta de profesor a la de escritor, un recorrido que empieza ya ser habitual entre escritores. Dos pesos pesados de la LIJ, Maite Carranza, Premio Nacional de Literatura y Arturo Padilla, entre otros muchos, me antecedieron en la tarea. Pero han sido muchos los que han arado en ambos terrenos: Mercè Anguera, Victor Aldea, Maria Lluisa Amorós, Fina Anglés (en la A) pero también Angel Burgas, Jaume Cela, Salvador Comelles… Y es que el hecho que nos engloba a todos los escritores es el mismo: los números no salen ni por asombro lo que demuestra que la cultura catalana, de la que tanto y tanto se llenan la boca los políticos , hace aguas. Con menos de un 1% de presupuesto de Cultura, apaga y vámonos o, lo que ya he escrito en tantas ocasiones sin que pase nada ni nadie se moleste: si escribes en catalán vas a ser un muerto de hambre (y eso lo escribí en el año 2017 cuando empecé este blog). Ya no sé si ese golpecito en la espalda que te dan cuando dices que escribes en catalán es un saludo, una lamentación o un empujón para que te caigas de una vez.
Pero a lo que íbamos: el sistema educativo pervive de glorias antiguas y no funciona frente a la hiperactividad de los niños de ahora. Y todo seguirá igual por los siglos de los siglos pero con la esperanza de que un día los profes seamos sustituidos por robots o, incluso mejor los chicos y chicas se tomen pastillas de conocimientos o necesiten un electrocableado cerebral que les aleje de las aulas…
Seguimos…
5. Hay centros y centros, escuelas de centro de ciudad y de barrio periférico, públicos, privados y concertados. La experiencia docente resulta más sorprendente cuanto más periférica sea la escuela. Hay una Escuela/instituto Tarrés en Sabadell con 100% de producto nacional (disculpen la palabra), un IES Leonardo Da Vinci en Sant Cugat con una mayoría de estudiantes nacidos en el país (80%) y un instituto como el Ribot y Serra de Sabadel con el 90% de estudiantes llegados de fuera del país y con una alta situación de vulnerabilidad. Es en este último donde, substituyendo a una profesora enferma, me encuentro y a donde regreso el día 10 de enero como responsable de lengua y literatura catalana pero también en el aula de acogida, un espacio donde se reunen alumnos de distintas edades que llegaron a nuestro país hace menos de dos años. Allí se les enseña el vocabulario básico, los conceptos mínimos para conocer qué pueden comprar y vender en una frutería o en una verduleria aunque a la pregunta de ” ¿a qué tiendas vas a comprar con tu familia?” un alumno, M, responda con un escueto “a Mercadona” (caso real). En el aula cuento con 7 muchach@s marroquíes, un chico de Mauritania, otro de Palestina que nunca hablan ni hablarán en catalán porque tampoco a sus padres les interesa . Entre ellos tres hiperactivos diagnosticados y un autista ruso. El catalán como instrumento de comunicacón es inválido entre ellos y siguen sin entender, ni los unos ni los otros, que si se quieren establecer profesionalmente en este país, muy posiblemente, necesiten conocer la lengua a efectos laborables aunque parte del mercado les pida antes el inglés que el catalán. Los docentes no estamos formados para enseñar a hiperactivos o no hemos recibido instrucciones y menos para ponernos en la piel de un muchacho autista. Ante el reto, mucha energía, dedicación, paciencia e improvisación ante lo que no es frecuente que otro profesor del aula de acogida les diga, en pleno hartazgo: “haced lo que os de la gana”. Los adolescentes hiperactivos de entre 12 y 15 años tienen un problema añadido ya mencionado: no pueden vivir sin sus móviles: es lo único que les interesa, Pueden estar horas pegados a la pantalla y no responden a tu exigencia. Quitarles el móvil es un acto de violencia que puede ser contestado con otro acto de violencia… Los alumnos deberían abandonarlo en casa. Ese pequeño mundo de la escuela nunca podrá derrotar a ese gran mundo que pervive detrás de la pantalla líquida (que debería ser liquidada si me permiten un mal chiste).
Si bien hay que enseñar al que no sabe, cuando al alumno no le interesa saber ¿debe uno mantenerse con los mismos métodos? Cuando uno como escritor desea alcanzar el techo del lenguaje, atesorar el mayor número de palabras y de imaginarios, ¿qué puede hacer cuando el ejercicio de la profesión lo devuelve a los elementos básicos de la lengua, a ese volver a empezar en ejercicios de “la casa está limpia/la casa está sucia”? La respuesta no es otra que paciencia, que familiarizarse con eso e intentar hallar otro método compensatorio de disfrute en el aula. Que un escritor de superventas (yo) gane al mes en el aula lo que gana en todo un año vendiendo libros resulta lo suficientemente esclarecedor para entender que la cultura catalana no está protegida e importa un carajo a gobiernos e instituciones y que el tráfico de cultura-educación es y será una constante entre los profesionales de la escritura.
6. En un entorno global, de hermanamiento, de rotura de fronteras, de acercamientos de culturas diversas resulta imposible compensar y educar a personas tan distintas con sistemas educativos anticuados. Si Howard Gardner ya habló de las inteligencias múltiples -o todos los alumnos tienen una inteligencia distinta y necesitan sistemas educativos distintos- si Ken Robinson habló de la ausencia de escuelas creativas… ¿quién analiza el hecho de que TODOS SON DISTINTOS, TODOS TIENEN INTERESES DISTINTOS? En mi aula no tienen libro de lectura recomendada y el libro, (como en el caso de Malek en mi post anterior) es un objeto estraño no identificado. Esa fuente de conocimiento,de poder, de fascinación no ha sido aún descubierta porque tampoco en las casas de los muchachos hay libros.
Ejemplos:
1.Va de libros
1.Me dicen en el aula que no regale ningún libro a B. (doce años) que lleva cadenas doradas en el cuello, que rechinan en el silencio tal vez congratulándose de su estupidez, porque lo va a tirar. Que no lee nada. ¿Como apasionarle por la lectura cuando se parte desde 0?
2. ¿Por qué comprarle un libro a H que vale nueve euros? ¿Qué va hacer con él una vez leído? pregunta una madre. Le respondo que releerlo en voz alta a su familia, prestarlo a los suyos o a sus amigos, subrayar los momentos más bellos, destacar el vocabulario, dibujarlo si es preciso, guardarlo para la futura biblioteca personal donde quedará nuestra infancia bien definida. Pero al decir eso cierro los ojos y al abrirlos me encuentro hablando solo. A la mañana siguente su hija lleva unas Nike reales o de imitación.
3. La biblioteca escolar acostumbra a ser uno de los lugares más feos de la escuela. Dependerá de los recursos, de las ganas y de la voluntad del profesor/a que le ha tocado estar allí entre patios. Se castiga a los chicos en la biblioteca que no se parece en nada a una librería embellecida con el arte del escaparatismo. Lo que hay en la biblioteca escolar son ganas de escapismo cuando el castigado se mueve entre sesudos volúmenes de casposas y envejecidas enciclopedias que nadie abre. La biblioteca escolar debería ser una antesala de la biblioteca personal pero, con algunas excepciones tiene pinta de antro o de museo…
SEGUIRÁ
Biblioteca escolar de instituto en Sabadell. Foto propia
¡Cuánta razón en tus sabias palabras, amic Jordi!
Yo hace poco visité una escuela para hacer una actividad lectora. Nos fuimos a la biblioteca del centro y lo más que tenían eran libros de la colección Els grumets de la galera de los años 80 (maravillosamente conservados, es decir, poco leídos, que me hubiera llevado a mi casa con todo el gusto del mundo) y enciclopedias en papel a mansalva…