Cuando doy conferencias o asisto a fórums en escuelas e institutos donde mis libros son recomendados siempre contesto que mi libro preferido y el que más veces he leído (seis) es ese prodigio novelesco que es la obra de Michael Ende, La Historia Interminable.
Me fascina ese prodigio de imaginación en el que el autor de “Momo” alcanza las cotas más altas: en mis libros “666 cajones” y especialmente con El chico de papel he querido acercarme hasta él , lograr mi propia historia infinita, memorable, eterna…
Esta crónica se añade a mis anteriores posts sobre la importancia de leer.
El argumento de esta historia interminable que todo el mundo debería leer es el siguiente:
La Emperatriz Infantil está mortalmente enferma y su reino, Fantasia, corre un grave peligro. La salvación depende de Atreyu, un valiente guerrero de la tribu de los pieles verdes, y Bastian, un niño tímido que lee con pasión un libro. Solo un ser humano puede salvar este lugar encantado. Juntos emprenderán un fascinante viaje a traves de tierras de dragones, gigantes, monstruos y magia que no tiene vuelta atrás. A medida que se adentra en Fantasia, Bastian deberá resolver tambien los misterios de su propio corazón.
En definitiva se trata de la lucha contra la NADA , una niebla densa y devastadora que avanza imparable y arrasa el reino de Fantasía y las criaturas que viven en ella. Es como el Mal en “El señor de los Anillos” un mundo del que van desapareciendo reinos y leyendas con el triunfo del señor de Mordor. Pero aquí la Nada es, también, la oscuridad, el dolor, la depresión… “La nada es ese vacío, eso terrible que crece haciendo más grande a lo que pierdes, la nada lo destroza todo. Es la nada porque no se sustituye por otra cosa, solo es dolor ( escribe Lorena Vara en su artículo ):
Ayer me di cuenta de que la NADA ya se instaló entre nosotros… por ese orden.. la Nada, el dolor …la depresión…
La nada como una pérdida, un sentimiento de vacío, una niebla que nos atrae, nos atrapa, nos encierra y de las que nos resulta difícil escapar. No resultará demasiado perturbador que relacione esa NADA, ese viaje a NINGUNA PARTE ( ni hacia nosotros mismos) con las redes sociales, un espejismo, un cristal roto como en una de las narraciones interminables de Ende. Qué raro comprobar que muchos de los teléfonos de los adolescentes tienen la pantalla rota, otro poderoso símbolo que, por suerte, no nos permite emprender el viaje de Alicia al otro lado del espejo porque muchos, hartos de la realidad, lo preferirían.
Sin apenas darme cuenta tengo Twitter, la red del odio, Facebook (la de la tercera edad), Instagram, Linkedin, Youtube (Canal Creatividad 3.5) WhatApp y recientemente Tiktotk. Y creo olvidarme de alguna. Mi aplicacion de bienestar digital me señala que hoy, domingo, llevo hora y cuarto conectado (compré unas entradas de teatro, busqué un albergue rural para dos días, entré en mi cuenta bancaria) … Pero que ha habido algun dia en que aparecían 3’5 horas invertidas en redes. Hace solo quince años habría tenido más de 3’5 diarias disponibles. Hay tanto por ver en ese mundo líquido interminable y vacío. El scrolling, ese recorrido vertical a golpe de dedo nos lleva por todo el mundo a la velocidad de milésimas de segundo. Es difícil escapar a ese bombardeo de posibilidades que nos okupan el tiempo y los dedos de las manos con los que controlamos qué entra en nuestro cerebro y qué se queda fuera, porteros de 24 horas. Algunos, agobiados por el síndrome de abstinencia del móvil o por el miedo de perderse algo fuera son capaces de despertarse a mitad de la noche para ver como sigue el mundo…
Entre adultos podemos ser conscientes del daño que nos provoca esa pérdida de tiempo, ese sentido de navegar sinsentido y controlarnos o aplicar ciertas restriciones. Pero como docente ocasional en un instituto de secundaria les puedo afirmar, sin error, que ese control no es posible en edades tempranas: cuestiones puramente cerebrales porque los adolescentes no tienen todavía el hipocampo lo suficientemente desarrollado para aplicar medidas autoreguladoras. Cuando uno lleva un rato largo conectado en videos cortos trayectos de risas, lágrimas, perros y gatos, bodas y bromas uno empieza a flotar en esa niebla de la NADA: se siente cansado, aburrido, pasivo como una lámpara de pie, como un mueble-bar vacío. Y pasan tantas cosas en las redes que los superadictos a la adrenalina social se olvidan de los libros que ven como objetos muertos, sin dimensión, ataúdes de papel que juzgan aburridos, estériles de los que creen que nunca podrán sacar una ilusión o un sueño, una emoción engtre las páginas de un libro. Y cuando la NADA ya los ha devorado -empieza por lo más alto, la consciencia- creo que es muy dificil volver a los libros: se pierden lectores siempre que llega una nueva aplicacion o una nueva red. Estar hiperconectados nos quita el sueño, las ganas de vivir nuestras vidas y juzgamos que la realidad nunca será tan graciosa, divertida, amena distinta y explosiva como los videos de tiktok… ¡Y es que a la realidad se la supera leyendo!
Los Ministerios de Cultura o conselleries de educación buscando quedar en la historia (de los supremos idiotas) hicieron llegar ordenadores a las aulas. Y detrás de una pantalla -más estos días- es dificil pillarlos leyendo y sí conectados al mundial. Mientras, en Silicon Valley, los hijos de los gurús y de los reyes de plataformas y algoritmos secretos acuden a escuelas donde están prohibidos los ordenadorres y a donde regresan al lápiz y al papel … Se descubre que el mayor uso y tiempo de ordenadores y tablets y teléfonos ( en el libro Apocalipsis Cognitivo del que ya he hablado) tiene lugar en clases sociales en dificultades o de baja extracción.
Ya es hora de que los padres y los educadores se ocupen del analfabetismo digital, del uso y abuso de los móviles, de la dependencia que generan -los padres se reconocen ignorantes en el terreno de educación digital- pero también de qué estan haciendo sus hijos tantas horas pegados a ordenadores. Ya es hora de que en cada país se establezcan planes de lectura serios con visión de 3 a 5 años. Ya es hora de que las bibliotecas escolares dejen de ser antros abandonados donde los libros se cubren de polvo porque ya nadie ve sus ganancias. Ya es hora de darle sentido a la vida que se escapa a golpe de click, mientras las neuronas mueren y se reproducen con otros comportamientos: el cerebro es plástico y se modifica según su consumo. Ya basta con castigar al libro con exámenes o controles de lectura. Ya es hora de regresar en familia a las bibliotecas y a las librerías. Ya es hora de derrotar a esa Nada que nos envuelve, a ese vacío siniestro y profundo en el que caen nuestras vidas cuando descubrimos que no damos a la talla de lo que se espera en las redes, gobernados por influencers de pacotilla y de poca sesera o de gente que nos exige com ser, cómo vestir, cómo hablar, cómo movernos,… cómo vivir. Todo fundamenta esa pesadilla de no valer nada, de no ser nada mientras el tiempo se nos escapa de las manos en nimiedades, en estupideces, sintiéndonos NADIE o en que nuestro tiempo esparcido, diluído, robado, vendido, no vale nada. . . No creo que exista un solo libro que haya sido escrito por un mediocre -exceptuando a los youtuberos o influencers- con lo que nos garantiza que, al leer, algo vamos a aprender, a vivir… algo que nos dejará huella en el cerebro que respirará de nuevo antes de que esa NADA se fusione con nuestras células grises y acaben muertas en la más rabiosa juventud.
Seguirá. Gracias por defender. Gracias por difundir
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