Este mes que acaba he vivido una experiencia que, si los dioses no lo remedian, continuará hasta mi jubilación. Digamos que la vida de escritor es de tal pobreza que uno no puede ni pagarse los autónomos con lo que no tiene derecho a jubilación. Para remediarlo y evitar una vejez pobre me apunté a la bolsa de personal docente: se me sorteaba a finales de octubre y los últimos días de ese mes empezaba a trabajar en las aulas de un instituto de secundaria.
¿La experiencia? Déjenme que se la cuente…
- A los adolescentes superoxigenados que están con el cerebro fragmentado ( y posiblemente fracturado) por estar pendientes de tantas pantallas les resulta imposible concentrarse durante una hora de clase. Si ya se reconoció entre la comunidad científica que el cerebro humano permanece solo atento durante 20 minutos…¿ por qué insistimos en dominarles durante 60? Se levantan, insisten en ir al baño, esconden el móvil debajo de la mesa (a pesar de que estén prohibidos) y los hiperactivos acampan por sus anchas sabiendo que no pueden detenerles. Hay chicos de once años que resultan una bomba a punto de estallar. Ya he conocido a dos en apenas un mes. “Déjalos estar” es la consigna. Aquí se vislumbra el fracaso estrepitoso del sistema educativo. Los estudantes de ESO están obligados a la escolarización asi que no resulta estraño encontrarse -yo en el primer día- a un estudiante de 15 años encerrado en su anorak, oculto debajo de su capucha estirarse/adormecerse/pernoctar encima de la mesa como si se hallara en su habitación (los adolescentes, parece ser, no roncan). ¡No lo desvelen! Es peor. Y pronto volverá a su letargo crónico. Digamos que hay personas a las que no les interesa nada lo que les cuentes. Ahora pueden pasar de curso con asignaturas suspendidas así que su objetivo es llegar al bachillerato a trancas y a barrancas y meterse en el mundo laboral.
- Hace cincuenta años había un maestro enfrente a los alumnos sentados en pupitres o en mesas. Ahora allí hay ordenadores, no lapiceros y la pizarra es digital. Se adelantó la pedagogía, se añadieron avances, se trabaja por competencias pero la estructura del aula -docente frente a alumnos- sigue siendo la misma. Pero los alumnos ya no lo son: crecen antes, evolucionan más rápido, se fragmentan (o fracturan antes). Y siguen mirando por la ventana, como hace un siglo porque lo que se cuenta no les interesa. ¿Podríamos hacer la clase de pie?, ¿en el patio? Se ha hecho por zoom en tiempos pandémicos. ¿Se pueden intentar otros medios? ¿Quizás experiencias inmersivas como entrar en un cuadro de Van Gogh…? ¿Clases como en museos interactivos? ¿Nadie está intentando recomponer los espacios? ¿No necesitan las aulas una renovación absoluta como lo necesitan las bibliotecas? (Silencio)…
- La lengua y la literatura son, en ocasiones, maltratadas por los docentes que, digámoslo ya, no siempre leen. Son robots que repiten la clase como loros sin aportaciones significativas (habrá hermosas excepciones) , sin que se preocupen de buscar métodos alternativos para entusiasmar al alumnado. En una de mis clases en las que sustituía a una maestra enferma -para eso estamos los sustitutos recién llegados- los alumnos tenían que describir cinco objetos. Disimuladamente y después del pasmo inicial me atreví a fotografiar la pantalla de unos de los estudiante, Malek. Había elegido la palabra LIBRO y su descripción explícita era TIENE UNA FORMA CUADRADA QUE SIRVE PARA HACER EJERCICIOS Y DENTRO HAY EXPLICACIÓN DE COSAS…. Si un profesor acepta esta definición como buena debería dimitir y abandonar el aula, porque no fue capaz de contar que un libro es una unidad de placer, una experiencia. Se dan clases desde la lengua, no desde la literatura. En uno de los deberes – ¡qué palabra, Dios! (qué lejos del homework o trabajo de casa) los estudiantes de once años debían señalar palabras con diptongos y sus separaciones. La solución: entrar en google, copiar y pegar, quizás sin entender. ¿De qué sirve enseñarles a descomponer rítmicamente una palabra si no tienen formas prácticas de ejercitarlo, de divertirse con ello, vía burda memorización? Mi primer éxito como escritor debió llegar a mis once años cuando el profesor Francesc Valls, hace ya 50, nos pidió a cada uno que escribiéramos la letra de una canción, de unos versos rimados, donde debíamos señalar los diptongos: el éxito de mi propuesta que leyó en voz alta me motivó, tal vez, a seguir escribiendo. Y aprendí, para siempre y hasta ahora a separar por diptongos las palabras que sonaban musicales. A través del juego como rezaba Gianni Rodari quien hace también 50 años publicaba su Gramática de la Fantasía que quedó, parece, enterrada y donde hace un elogio del juego como instrumento educativo. Se enseña la lengua como quien regala un bloque de hormigón en vez de regalar un tablero de juego. ¡Más lengua desde la literatura! Menos lengua desde la lengua! No debía hacerlo mal en clase cuando les di unas clases de creatividad y una alumna despertó de su letargo a mitad de la clase para decirme que le recordaba al profesor Merlín de la serie televisiva. Otros se quejaron de que la profesora regresara tan pronto…¿Acaso no saben que grandes especialistas (Aurora Diaz-Plaja) insisten que a la lengua se le entra con el juego? ¿Que no solo el patio sirve para jugar?
- Como soy generoso y me gusta quedar bien regalé algunos libros dedicados a las profesoras sustitutas en dos institutos -llevo tres- dejando un sobre a su nombre para recibirlo a su regreso. ¿Saben ustedes que todavía espero un email de gracias? Supongo que debían regresar a su feudo, que debían preguntar por cómo les había ido conmigo y como debían responderles que bien (me gustaría pensar que entusiasmados por la energía que di y me agotó) las profesoras debieron ver ese acto bondadoso de regalarles un libro como acto de engreimiento que ni se dignaron en responder.
Continuará
Necessitem imaginació, però molta, o millor dit, moltíssima imaginació per poder trencar amb patrons d’ensenyament obsolets que poc tenen a veure amb una realitat actual, que molt sovint es virtual.
Jo m’apunto a idear nous espais i entorns d’ensenyament que tinguin “només” l’objectiu de crear curiositat.
Lluís Miras
Gràcies LLuís
Tota la raó
Però la bèstia és massa grossa per fer-ho sol
Hi deixaré el meu gra de sorra per intentar espatllar les rodetes metàl·liques i oxidades de la màquina educativa…..
Siguin benvinguts tots els talents
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