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LOCA POR TI (5)

By Jordi Folck
21/08/2022


Algunas páginas estaban sueltas, bailaban entre las tapas rosadas. Un pliegue se había abierto. Ana cogió con delicadeza aquellas hojas envejecidas.
Las últimas anotaciones correspondían al 25 de junio y proseguían el 30 de junio de 1998. Tal vez faltaban algunos apuntes. Revolvió con cuidado el resto de la libreta por si se había traspapelado.
Aquella mujer de piel blanca que debía pasar de la treintena le despertaba curiosidad. ¿Qué hacía allí? Dormía con la boca abierta, una respiración constante pero agitada, profunda, pero con el trastorno del estertor de los moribundos. ¿Y si la mujer se estaba muriendo? ¿No debería avisar a alguien?
La observó detenidamente. La luna que se colaba por el ventanal la bañaba de una luz fría, harinosa, macilenta.
Volvió su mirada hacia el papel amarillento y continuó leyendo.




30 de junio
No tengo ánimo para escribir. Mi examen de selectividad ha sido un desastre. ¡Jo! He puesto cara de “sí, sí, ha ido bien…” Mentí. Mi padre me ha prometido que, cuando apruebe, escoja el regalo que más me guste… ¿Un vestido? ¿Un viaje para tres? Con el dinero que hay en mi casa y dejarme hija única…
Entre un 79% y un 83% de los presentados aprueban el examen. ¿En qué lado estaré yo? No serán el amor ni tú, Carlos, los responsables de mi fracaso. Ni los pájaros que viven en mi cabeza-terraza-ático con vistas… ¡Es que ahora no era el momento de la se-lec-ti-vi-dad!
Encerrada en mi habitación, con mi diario y Carlos, me dedico a escuchar a todo trapo toda, PERO TODA, la música de Dharma. Voy tomando nota de mis canciones preferidas y de las odiadas. Digamos que las que no son cantadas por mi novio no me interesan: me estorban y me aburren.
Ahora, liberada de la pesadilla de la selectividad, ¡tengo que pasar a la acción! No tengo vocación de chica de telenovela que lo observa todo tras unas gruesas gafas con montura de pasta mientras la vida le pasa por delante.
Tengo que conocer a Carlos Fabala, hacerme su amiga, fan y enamorada. ¡Y no pararé hasta conseguirlo! Soy tozuda, como un niño malcriado, obstinado como el fotógrafo que dispara su cámara hasta conseguir la instantánea perfecta… Diría que parezco un tauro, pero soy virgo… en todos los sentidos.
¡Necesito una estrategia, ya!
Eso de pasar las ideas a papel es una idea revolucionaria. En el Plan de Márquetin Personal han de constar las actividades y los caminos que me han de llevar hasta la meta, analizando las desviaciones producidas. Dicho de otra manera, dejar registrado lo que piensas lograr los dos o tres próximos años para caminar firme y segura y llegar a algún lugar. Tendría que hacer un DAFO, un cuadrado en el que se incluyen amenazas y oportunidades, debilidades y fortalezas. No soporto las debilidades, ni las mías ni la de los otros… de amenazas nada, de oportunidades… ¡todas!
Me gusta este hombre. ¿Me gusta? ¡Me entusiasma! Cada nota musical suya me despierta un escalofrío que recorre mi columna vertebral y se extiende por mis cabellos electrificados de magia.
Estrategia: ir a algún concierto de Dharma, hacerme su amiga, ser cercana, íntima, confidente, imprescindible, única y absoluta. Ensayar movimientos al caminar, femeninos (pero seguros), sensuales (pero no groseros ni banales), caídas de ojos fulminantes, la mirada enamorada, la mirada fija y risueña (¿ríen los ojos?), el susurro, la palabra dulce… todo aquello que a los machos les provoca una aceleración cardiaca, una sudoración inmediata, transformaciones en su cuerpo, aquella piel de gallina que te estremece cuando el amor te golpea sin piedad.
Sí, Carlos, ¿dónde encontrarás una chica mejor que yo? En ningún lugar. Porque no existe.



2 de julio
He llamado —¿debería decir movilizado?— a Rossy. ¡Horror! Me ha dicho que no sabe si durante el verano hay algún concierto de Dharma. ¡No puedo creérmelo! Que celebran los doce años en febrero del próximo año con una gira y que nada de nada. Que me quite de la cabeza verlos en directo. Que Dharma se toma a menudo años sabáticos y que cuando eso pasa, uno de los músicos, Jorge, da conciertos con otra banda que tiene y que Carlos se dedica a actuar en teatros o en películas. ¡Pero si acaban de estrenar disco! ¡Me lo dijo mi chinito!
Mis neuronas se mueven sin encontrar el camino de salida. ¡Tengo que ver a Carlos! Es una pura situación de supervivencia. Estoy segura de que las fans tienen acceso directo de una manera u otra.
Ya hace algunos días que me inscribí en el Club de Fans de Dharma que llevan dos chicas: Eva y Marta. Quizás tendría que ganármelas y conseguir poco a poco alejarlas de la dirección del club y acabar siendo la presidenta. Estoy segura de que a Carlos no le quedará más remedio que apoyarme. También podría crear otro club, pero eso es demasiado complicado. No pretendo entrar en campaña política y arañar votos. Eso lo hacen los políticos a las mil maravillas.
He entrado en su web y he comprado dos camisetas, la de la gira 1998…
¡Un momento! Camiseta gira 1998. Pero ¿qué historia se ha inventado la gótica? ¡Gira 1998! Reviso los CD’s comprados: el último grabado este año con una multinacional en un pueblo donde Jesucristo perdió las sandalias y los conductores la vida… porque en el mapa de carreteras hay más vueltas que en la soga de un condenado.
Renacen mis esperanzas. Tengo que pensar. ¡Te dejo, diario! Estoy estresada.
¡Claro! La sinvergüenza de la Rossy no quiere que le haga sombra. ¡La traidora, la mala puta lo quiere solo para ella! ¡Así le revienten los ojos! ¡Mentirosa de mierda, canalla, furcia!
He encontrado en Internet el teléfono de la gestora musical de Dharma. Los he llamado para saber qué conciertos tienen programados. Se me ha acelerado el corazón cuando me han dicho que el día 23 de junio estuvieron en Tàrrega dando un concierto. He releído mi propio diario.
“¿Carlos, por dónde paras? Esta noche es noche de San Juan, noche de verbena… Y me pregunto si no estarás en este preciso momento dando un concierto en algún lugar de mi país. Necesito que atravieses la pantalla del televisor y te materialices ante mí”.

Del 23 de junio ¡Hostia!
Me han dicho que estaban muy ocupados y que no podían atender a todas las fans que llamaban. ¡Competencia! ¡No me dan miedo! Y que si había visto la revista Enderrock que lleva el listado de todos los conciertos de todos los grupos musicales españoles. He colgado, he saltado de la cama y me he lanzado al primer quiosco que he encontrado.
Pero ¿de qué me quejo? La furcia de la Rossy no conseguirá apartarme de Carlos. Tengo la lista de conciertos: 10 de julio en Sils.
¿Sils? ¿Qué porras es Sils?

5 de julio

Sí. He suspendido con un 3,15 la selectividad. ¿Cómo lo cuento en casa? Yo, que siempre he sido de buenas notas; yo, a quien de pequeña conocían como “la empollona”.

Tengo que ir a Sils. Es absolutamente necesario.

Mi padre me había prometido un regalo si aprobaba la selectividad. Quizás podría llevarme en coche. Porque paso de ir en bus… como una de pueblo.

Y tampoco en tren. No hay combinación de trenes. ¿Cómo cuento que una chica de diecisiete años regrese con el primer tren de la mañana ¿Y qué hago desde que se acabe el concierto a medianoche hasta las seis de la mañana —primer tren— en un pueblo que debe parecerse a los del oeste americano?

Mi padre, por mis excelentes notas de selectividad (¿un 9,55?), me tendrá que llevar a Sils al concierto de Dharma. Cuando sepa la verdad, ¡ya habré ido y vuelto de Sils! ¡Oh, Judas Iscariote, ayúdame!

Cuando quiero, soy dulce, mimosa, buena, inocente… Al fin y al cabo, no necesito hacer ningún papel porque he aprobado (¡y con tremenda nota!) la selectividad.

Papá…

 

6 de julio

Querido diario,

Dame fuerza, carácter y genio para hacerme la actriz engreída, excelsa y ennoblecida (como me gustan las palabras, ¡rediós!) y conseguir mi regalo fantástico: ¡una noche musical con Carlos Fabala! La otra (la música del latir de los corazones) ya vendrá después.

Tengo que hablar con Carlos… Tengo que pedirle un autógrafo. Una vez vino un escritor al insti y un chico que no llevaba papel le pidió que le firmase sobre el pecho. Y el individuo lo hizo. Para mí que debían gustarle los muchachitos de dieciséis años porque, además de la firma, escribió un largo poema. El chico dijo que no se lavaría en una semana. Quizás también le gustaban los hombres maduros. ¡Puaj!

¿Firmaría Carlos entre el ombligo y el sujetador? ¿Y sin sujetador? Mi padre explicaba que un compañero de su escuela, que tendría unos diez años, tenía la costumbre cuando llegaba el día de las misiones de la Santa Infancia (¿por qué le llaman Santa?), de ir por las casas con una hucha, que era la cabecita de un negrito sonriendo, para hacer la recaudación. Acababa poniendo una pegatina sobre la protuberancia del pezón y, según mi padre, ninguna mujer se enfadaba. Sonreían al gordito y pícaro Manuel, que acababa apuntando en su agenda los pezones que conseguía tocar cada año. Hasta que a los quince le cayó una buena colleja.

“Papá, ya sé qué regalo quiero para la selectividad. Y, por cierto, felicítame porque he sacado la mejor nota de la clase”. Aquí me preguntará cuál y yo se la diré con una risa triunfal. (Lo he ensayado delante del mejor amigo del ser humano, según el psicólogo Carlos M. Espinalt: ¡el espejo!)

“Hay un concierto de un grupo de música en Sils y me tendrías que acompañar. Es este viernes… A la una de la madrugada ya estaremos en casa… ¿Puedes? ¿Quieres? Puedes dar una vuelta por el pueblo, que es una villa muy bonita, mientras yo estoy en el concierto porque es una música, papá querido, que no te gustará”.

Mi padre está en casa leyendo la prensa local que le regalan en el banco. También lee el ABC y La Vanguardia. A menudo me encuentro los bocadillos envueltos con la prensa del día. Mi madre todavía no sabe que en 1944 el señor Earl Silas Tupper patentó los tupperware. Aprovecharé cuando mi padre diabético se inyecta insulina, entonces está más tierno para pedírselo…

Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero…

¡Vamos allá!

(Más tarde)

¡Ufff, felicidades! Me ha dicho que sí, entre beso y beso, y que tenían previsto hacer un viaje este verano y que me invitaban al Festival de Salzburgo a un concierto de Shõmyõ, cantos litúrgicos budistas japoneses, de un grupo de monjes. Me han cogido picores en el cuerpo mientras no dejaba de sonreír. Siempre he hecho todos los viajes de verano, Navidad y Semana Santa con ellos, por tanto: ¿qué clase de regalo era aquel, si ya “tocaba” ir? Estos ridículos peones que trabajan en la banca no saben decir otra cosa que “la pela es la pela”. Y cuando llegue el euro, ¿qué dirán? Y me ha dicho que claro que me acompañaba, que todo lo que fuese música lo aprobaba porque “la música era el lenguaje del alma” y que si blablablá y blablablá. Creo que estaba compinchado con el chinito porque hablaba como él.

Ahora te dejo, diario… He de escoger la mejor ropa para el concierto, para que él, mi Carlos, tenga solo ojos para mí. Es verano, hace calor. El concierto es de noche. Un vestido blanco ibicenco con un buen escote y abierto por los hombros. Los cabellos trenzados me harán demasiado niña, por tanto, libres y al viento… Sandalias con el pie descubierto, pero con tacón para parecer más alta, nunca chancletas cutres. Tengo que coger algo de color: terraza de casa, dos horas cada día, de tres a cinco de la tarde. Brazaletes y una gargantilla marinera de conchas y caracolillos que me dé un aire mediterráneo. Sujetadores dos tallas más grandes. ¡Hey!, tengo que ir a la mercería… Mira por dónde… el diario me sirve de lista de la compra, de horarios de transporte y quién sabe de cuántas cosas más.

Carlos, te puedo asegurar que este viernes no tendrás ojos para ninguna otra muchacha. Una flor virgen está a punto de abrirse para su caballero. Nací de la sangre del dragón que mataste con tu fuerza y de las heridas de la bestia surgió una rosa sin espinas que guardarás en tu pecho o entre tus rizos. La rosa anidará en tu interior y se abrirá para ti hasta que las dos sangres sean una sola. Y un sol rojo y encendido será testigo de ese momento.

Te quiero.

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2 Comentarios

  1. Gorkiana

    Hola, Jordi

    A cada paràgraf la tensió augmenta; els bàtecs de la protagonista prenen una velocitat arrítmica després d’escoltar les cançons, i els meus alhora ho fan en veure com la corda que fa de lligam entre els capítols s’allarga i s’entortolliga.
    El concert, potser, el formaran crits afònics produïts; per l’èxtasi de la música en directe, pel goig de sentir l’amor, per una tragèdia que encara desconeguda…

    Ser conscient que s’acosta el final de la publicació dels capítols em fa viure aquests amb la mateixa màgia amb la qual es viu la cavalcada de reis: expectant espero amb el fanalet en mà la pròxima carrossa, i degustant cada petit plaer de sucre quan aquesta ja ha arribat.

    I si aquestes mai arriben, continuaré estant plantada a l’avinguda mirant i comentant, com he fet fins ara, les nits negres. Aquelles on la lluna està massa avergonyida per sortir.

    (Que llunyanes semblen les nits de gener sota l’alè fatigat de l’agost!)

    Responder
    • Jordi Folck

      Hola, Marta

      Ja veus
      De no ser pel teu email… ja hauria oblidat el blog… No hi he pensat més. Perdó. M’he posar un recordatori damunt de la taula per dir-me a mi mateix “puja uns capítols cada dia” o el cap em quedarà esborrat del tot.
      M’encisen les teves paraules, m’enamoren.. i m’empenyen a seguir- I sé que no compenso la teva espera deliciosa de cap manera o potser amb una indiferència que no és meva o pròpia. No tinc excusa. iNTENTARÉ FER BONDAT perquè sense lectors no som res.
      Hi ha moments que penso que només hi ets tu darrera…

      Promès. I gràcies pel recordatori !!!!

      Responder

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