Se acaba de publicar el informe PIRLS 2016 sobre el nivel de comprensión lectora en el mundo y relativa a niños de 9 años. En conclusión: crece la comprensión lectora de los niños españoles pero se sitúa muy por debajo de la media de los países analizados: o sea, lo que se lee no se comprende (del todo) o deja lagunas de comprensión como si el leer fuera un acto mecánico que hay que cumplir y otra vez, lo de entender, se relega. España ocupa el lugar 26 en comprensión lectora por debajo de la federación rusa (corre estos días una fotografía del metro ruso con gente leyendo) que ocupa el primer lugar, de Finlandia, Suecia, Hungría, Italia, Australia Canadá, Israel…
Y eso enlaza con mi anterior artículo sobre lecturas obligatorias en el aula, de qué leen nuestros hijos por obligación y qué leer en clase o qué deberían leer.
El informe PIRLS nos da un enorme juego y subraya hechos fundamentales: leen más aquellos niños que ven leer en casa, que las niñas leen más y que los que van a centros educativos privados obtienen notas más elevadas (posiblemente por tesón del profesorado).
En la editorial de La Vanguardia de hoy nos recuerda una cita de Jorge Luís Borges: “el verbo “leer” como el verbo “amar” y el verbo “soñar” no soportan el imperativo”. No se puede forzar a nadie a leer (ya citábamos a Daniel Pennac).
Y he aquí una paradoja curiosa. No se puede obligar a leer pero si el profesorado no incluyera una serie de lecturas obligatorias pocos leerían y su comprensión lectora sería de escándalo. ¿Què hacer entonces… leer o no leer o qué leer en clase?
Las lecturas mencionadas en el post anterior son excelentes: todas y cada una de ellas.
Recordemos: la lecturas de educación primaria como las de ESO las elige el centro. las de secundaria el departament d’ensenyament a través de un grupo de expertos.
O sea, hay mayor libertad de elección en las dos primeras y poca o ninguna en la segunda. Aún así siguen siendo lecturas muy válidas exceptuando, como dijimos, que en algún curso coincidieron Don Quijote y La Regenta de Clarín lo que significa matar y rematar al lector, debido a lo voluminoso de ambos libros y a lo lejanos que se hallan esos mundos de los intereses de los lectores: la Castilla de los Molinos y las haciendas y la Vetusta beata y remilgada. Creo que el docente que incurre en esta salvajada tiene poco de prudente y bastante de loco cuando su función es ganar lectores, no expulsarlos de las letras.
Entonces ¿qué hacer con la lista de lecturas obligatorias?
¡Abrirlas!
De hecho algunos profesores es lo que hacen y bien: elegir de la biblioteca de la escuela el libro que deseen los alumnos y que más se acerque a sus afinidades o necesidades. Eso implica a un profesor lector que los conoce (y los ama) rara avis entre aquellos que, hastiados o perdida la vocación, ejecutan maquinalmente su magisterio y evitan llevarse lecturas a casa porque con la escuela ya basta. Me consta que son numerosos y escasos los primeros.
Y es que , al paso del tiempo, el profesor de lengua y/o literatura debería configurar su propio tesoro con más de 40-50 títulos y ofrecerlos a los lectores ( y,cómo no, actualizarse con las novedades).
En EEUU las lecturas obligatorias se dan entre un ingente número de títulos, todos ellos disponibles en las enormes bibliotecas escolares o municipales.
Mi respuesta al problema de qué leer o qué no leer en clase es leer las obligatorias en secundaria (qué remedio) añadiendo uno o dos libros más al gusto del profesorado (pensando en el lector) y abrir las listas en los cursos inferiores, en los primeros años que es cuando se forman a los lectores.
¿Cómo? dividir títulos por géneros: novela romántica, terror, suspense, novela negra, ciencia ficción, superación personal, comedia, literatura fantástica, novela realista, de pandillas… y ofrecer diversos títulos de cada uno, a elegir, libremente
Y muy especialmente ofreciendo a ese alumno que está atravesando una situación personal, familiar difícil, un titulo que, en cierta manera, pueda ofrecerle conocimiento, comprensión, actitud y nuevos puntos de auto-observación.
No creo que sea la única solución posible para empujar a los niños a la lectura pero si estoy convencido que la comprensión lectora pueda mejorar cuando están leyendo algo que han elegido ellos mismos (como quien elige un film en la cartelera, o un juguete, o un videojuego) por sus intereses y para su diversión. Y añado e insisto: libros recomendados que cubren necesidades básicas, que se convierten en ese amigo invisible o no, necesario en el paso por la vida, en la aventura de vivir.
Foto Cedida: Rosana Andreu, bibliotecaria y su primer libro( humor) Les Aventures de’n Nic editado por Veus Públiques, una de las lecturas obligatorias en primaria
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