LOCA POR TI (Lecturas de verano)
6 de junio
Dicen que la música amansa a las fieras. Es una frase hecha que utilizan los domadores cuando se enfrentan a las bestias, los profesores de secundaria con los alumnos rebeldes, los guardias de las cárceles estadounidenses con los presos conflictivos… y dicen que, incluso, en un experimento que hicieron en Suiza un grupo de vacas con fondo musical de Mozart dio una leche más buena.
El consejo de que escuche música es de papá, y es bien curioso cuando todos sabemos que no tiene oído para la música: todavía vive en los tiempos de la zarzuela. Me ha visto nerviosa, preocupada, y le he respondido que mi chico me ha dejado por una furcia. Que el hombre de mi vida, el padre de mis hijos, cuando llegasen, había preferido a una rubia de plástico y no a mí.
—¡Ah!, no sabíamos que tenías novio y que ahora no lo tienes —me ha respondido él con su sabiduría habitual—. Tranquila, ya vendrán otros. ¡Eres joven!
No tenía ganas de cenar, así que les he dejado hablando en voz baja y gruñendo mientras me hacía la afectada.
Y como en casa nunca faltó el dinero, al día siguiente les he pedido un montón de discos compactos. Iría a los grandes almacenes y pediría al dependiente algo que tranquilizara a las almas torturadas y débiles como la mía.
El dependiente es chino, tiene diecinueve años y siempre me ha gustado. Hay otros vendedores que ni son chinos ni me gustan porque parecen a punto de jubilarse, huelen a colonia barata, tienen caspa y se arreglan como si fuesen a un baile de fiesta de la patrona o de la virgen. Además, tienen joroba de tanto decir “sí, señor; sí, señora”. Mi chinito es alto, delgado, estirado como una espiga y tiene pegada una preciosa sonrisa. Quizás querrá que escuchemos juntos las canciones. Siempre dice que sí a todo. Así que he ido a verle. Le he pedido que me venda una veintena de CD’s de música tranquila, que me relaje.
“Tengo exámenes y necesito tranquilizarme. Y, además —quería despertar compasión—, ¡mi novio me ha dejado!”, he gritado. Otro chico que estaba en la tienda se ha dado la vuelta. ¿Quizás le interesaba? Las muchachas de diecisiete años no podemos vivir sin amor.
Me compraba un bono de masajes o un montón de CD’s. Mi padre, carca, apostólico, romano y diabético, no quiere que nadie me ponga las manos encima hasta después de casada. Así que me tengo que relajar con la música, ¡qué tristeza! A los niños cuando están tristes les compran un montón de juguetes nuevos. ¿Estará en venta el dependiente?
Sonreía. Qué dulce es.
“¡Ah! Ponme algo de Mozart: dicen que es muy bueno para el cerebro… y para la leche”, he añadido, dudosa.
Mi chinito ha estado un rato removiendo hasta darme veinte discos compactos, pero no se ha ofrecido a oírlos conmigo. ¡Qué le vamos a hacer! Claro, debían ser veinticuatro horas de música como mínimo, y teniendo en cuenta que el de Mozart era triple y aún ha añadido una ópera… ¿Quién tendría una semana para no hacer otra cosa que escuchar música?
La próxima vez le compraré un solo CD: “Reflejos dorados de un chinito encima de los cabellos de una muchacha melancólica que odia el chachachá”.
No sé qué me ha dado este chico. Mi cultura musical es 0,0, como la cerveza, y para mí que se ha dado cuenta y ha querido quitarse de encima el stock de los últimos cinco años. “Meditaciones de Thaís”. ¿Quién coño era aquella cantante de nombre tan delicado? “Sueño de amor de Liszt”. “Concierto número 1 para piano y orquesta de Chopin”, interpretado por Maria João Pires. “Concierto número 2 para piano y orquesta de Rachmaninoff…”. Estoy segura de que el chico debía estar compinchado con mi padre y sus gustos medievales.
En una segunda pila: Aerosmith, Bryan Adams, Elton John, Mariah Carey, Phil Collins, R.E.M., Eros Ramazzotti…
“¿Y no tienes nada de baladas de esta tierra? Si los de aquí no defendemos a la gente del país, ¿quién lo hará?”
Ha añadido un CD de un grupo que se llama Dharma. Me sonaba de algo. Soy poco de radio. Me cabrea que me corten las canciones con publicidad de alimentos, de concesionarios de automóviles y de perfumerías. Lo he aceptado. Era un grupo de pop-rock. ¿Rock para relajarme, para quejarme de mis penas, para sentirme triste y necesitada de amor? Entonces el chico ha soltado una disertación sobre la música.
—La música es una información auditiva organizada, ayuda a explorar la mente de quien se introduce en ella y reduce el ruido, el desorden de una vida que no sabemos a dónde nos lleva. Oír música nos aleja del amodorramiento, nos hace fluir, es como volar. El dios Apolo tocaba la lira y así pacificaba las tierras que visitaba. Otro dios, Pan, enloquecía a los auditorios cuando tocaba su flauta y dicen que Orfeo, con su música, era incluso capaz de detener a la muerte.
He sonreído. ¿Qué otra cosa podía hacer?
—¿Sabes que el objeto más importante para los adolescentes es su equipo de música? ¡Pero pronto lo serán los móviles! En cambio, no han recibido nunca una educación que desarrolle su gusto por la música.
—¿Y cómo sabes todo eso?
—Mi familia es de músicos. A los tres años comenzó mi educación, en Pekín, y desde entonces sigo formándome. Me gusta hablar de música, no solo venderla a chicas bonitas como tú.
El chinito me estaba robando el corazón. Le he dejado hablar un poco más. Yo lo apuntaba todo en mi cerebro para transcribirlo a mi diario, cosa que estoy haciendo con una exactitud impresionante. (No añado los suspiros porque eso pertenece a la prosa poética y no a un diario).
—Platón escribió que la formación musical es un instrumento más potente que cualquier otro porque el ritmo y la armonía encuentra su camino hacia el interior del alma humana, consiguiendo que el alma de quien se educa debidamente esté llena de gracia.
Yo hubiese aplaudido, pero entonces habría interrumpido aquel alud de palabras que brotaban de una sonrisa magnética. Él estaba entusiasmado. En la sección de discos no había compradores en aquel momento, así que lo tenía para comérmelo entero.
—Claro que Platón, en el libro La República, sostiene también que los niños no deberían exponerse a músicas ruidosas o demasiado relajadas porque debilitaría su carácter. Él proponía eliminar de los planes de estudio las armonías jónicas y lidias, y solo aceptaba las dorias y las frigias porque encarnaban la libertad, el coraje y la templanza que necesitan los jóvenes. Te estoy aburriendo, ¿no?
¿Lidia? ¿Había dicho Lidia? El nombre de aquella asquerosa roba corazones y roba besos a la sombra de los tilos.
He protestado… Ha seguido hablando de la importancia que tenía la música y lo poco que se la consideraba, etc., etc. He prometido que escucharía con mucha atención cada uno de los CD’s.
Lo que me dijo después he decidido guardármelo, porque ahora ya estoy cansada de tanto rayar encima de un papel. Pero me doy cuenta de que es cierto que la música hace milagros. Ahora mismo, mi letra es redonda, estilizada, elegante, delicada como las notas de un piano tocadas por un chino enamorado.
7 de junio
Querido diario,
Me he pasado el fin de semana encerrada en la habitación acunándome con el piano de Chopin. Creo que la palabra “melancolía” no debía conocerla mi media naranja china, porque creo que, de tanta música clásica, habré entrado en una depresión. No me extraña que la gente se suicide. Me forzaba a entenderla… pero no había manera. Me he puesto a leer con aquella música atorrante. Cada tecla del piano era como un golpe en la conciencia, aunque mi padre me diga que, a veces, soy una inconsciente. No le hago caso, son aquellas frases hechas que la gente tiene a mano cuando no sabe qué decir.
Mis padres me tuvieron tarde: mi madre ya había cumplido los cuarenta y, ahora que se acerca a los sesenta, está más del otro lado que de este. Mi padre pronto se jubilará, después de toda una vida dirigiendo una entidad bancaria, y yo, con diecisiete años, soy como una flor en un campo sin vegetación. La frase tampoco es mía sino de algún poeta muerto o pasado de rosca. Así que nuestros gustos musicales no pueden ser más diferentes.
El domingo por la tarde he escuchado Phil Collins, Bryan Adams, R.E.M. y gente mucho más seria que aquel Chopin que, además, murió joven de tuberculosis enamorado de una mujer casada. He dejado para el final a los de mi tierra, representados por Dharma, y lo he cogido con pocas ganas. El rock, con esas bandas de lunáticos de negro, mal vestidos, greñudos, sudados, que gritan y saltan la mayoría de las veces sin voz, no son una fauna que apruebe. Tampoco soy una pava de aquellas que van detrás de las baladas como solteras o viudas que recuerdan tiempos pasados con un puñado de suspiros acaramelados.
Y no me he equivocado con el grupito. He puesto al azar una pieza en inglés que se llama “Charing Cross Road” y no he podido con ella. Era totalmente prescindible. El cantante ni tenía voz, ni fuerza, ni talento. La voz le chirriaba. Eran como aquellos grupitos de fiesta mayor que van por los pueblos metiendo ruido y jugando a hacerse los importantes. Tienen un buen equipo amplificador para anular los sentidos, un buen cartel publicitario (a veces una fotocopia en color) y poca cosa más.
Antes de guardarlo en el cajón de sastre le he dado una segunda oportunidad. He puesto “La soledad del corredor de fondo”… La misma voz nasal, desganada, en un tema que necesitaba un poco más de ritmo. No soy ninguna entendida, pero siempre está aquella voz interior que te dice cómo tendrían que ser las cosas. O cómo te gustaría que fuesen. La canción se dejaba oír, tiene un punto de ternura. He llegado a oírla un par de veces. Se salvaron en el último momento. No soy persona de dar oportunidades, porque “la vida no te las da a ti”. Palabras de mi padre.
Les fallaba el cantante.
Me gusta que la música que me compro me dure, descubrirla poco a poco. Hay gente que escucha una y otra vez el CD hasta odiarlo, hasta que revienta en sus oídos. Son como niños que, habiendo roto con prisas el papel de regalo, abren el juguete. Se entretienen un par de fines de semana y después lo guardan en el rincón más escondido del armario, o debajo de la cama.
Me quedaban un montón de canciones de cada CD por oír, pero por ahora ya tenía suficiente. He decidido llevarme algunos discos al instituto, exceptuando el de Dharma. No quería pasar por idiota… Era una manera de hacerse rogar con aquello de “¡Ualá!, ¡Qué guay!, ¿Me los grabarás?”. Los clásicos se los dejaría a mis padres y todo el pop-rock me lo llevaría al instituto y los pasaría por los ojos de aquellos que solo tienen CD’s nuevos por Navidad, onomásticas o cumpleaños. Un poco de envidia no hace daño a nadie; todo lo contrario, ayuda a espabilarse.
“Palabra de Stone”. ¿No dicen eso?
Seguirá.
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Hola, Jordi
Primer de tot, moltes gràcies per a compartir aquests trossets de vida. Que certament ho són; no coneixem les paraules referents a la tempesta si mai no hem acompanyat els trons.
Seguint el fil que ha començat la narració en relació amb la música, m’intriga profundament el misteri que amaga la necessitat humana de buscar-la a ella quan és el cor el que sagna: potser cerquem en aquesta un acompanyant que balli amb els bàtecs, o potser només busquem quelcom que els pugui superar en volum per a no escoltar-los. O ambdós motius: un soroll que acompanyi el silenci que queda quan les paraules d’amor marxen.
També cert, molt cert, que els i les que tenim disset-anys només pensem en amor. I em pregunto, com encara no ho puc corroborar, si ens quedem per sempre en aquests anys de follia. O si, en canvi, la follia arriba quan oblidem que un cop la vam tenir dins el nostre pit.
L’amor és com la guerra, poc importa qui dispara el mortífer projectil, tots acabem ferits de mort (o de vida, segons com es vegi). Però què en sabré jo a part d’aquest fet, si encara he de lliurar moltes batalles i encara he d’aprendre a moure’m pels diversos terrenys que aquestes exigeixen (paratges d’aigua salada on la pluja és dolça, deserts sufocants sobre el que regna un sol de gel, i altres contradiccions que entendre i desentendre).
Acomiado el comentari afegint que tinc moltes ganes de veure com es desenvoluparan els dies que segueixen en el diari de la Rosa!
Marta
Ens coneixem?
Com escrius de bé? Es escriptora?
Vaig mot despistat..potser ni ens coneixem però et sento tan propera.. Gràcies per totes les paraules que em regales. Caram! quin gust llegir-te
A mi la calor em mata, em destrossa i ara mateix soc un sac mullat:) vull dir que perdona que sigui tan breu… intento respondre’t amb més temps!
Ets a Barcelona?
Salut!
Jordi
Jordi,
Moltes gràcies per la resposta, és afalagador veure com els mots poden acurtar distàncies.
En relació amb poder-nos conèixer més enllà del nostre intercanvi de paraules pels comentaris, no ho crec. Si haguéssim coincidit em recordaries per ser una filla de la generació Z completament anacrònica.
Però com estic per Barcelona (responent a la darrera pregunta) i el planeta és així, que moltes vegades la imponent mida sovint resulta similar a una taronja, no descarto haver-nos creuat durant algun Sant Jordi.
Si considerem com a escriptor a aquell que ha publicat un llibre, no ho soc. Però si escriptor és tot aquell que tingui com a afició despullar-se davant el paper i aixoplugar-se en l’ombra de les lletres, llavors indubtablement sí que ho soc.
De totes menes, deixant enrere els embarbussaments de l’abstracte, com encara no he sortit de les aules i la vida espera veure’m ensopegar moltes vegades els meus ulls no poden detectar la galàxia que hostatja el món laboral, i aquest encara m’és aliè. Per tant, no he tingut oportunitat d’arribar al món editorial, però no dubtis que no trigaré a intentar-ho.
Jo també espero amb impaciència l’arribada del tranquil·litzador fred! (calor que penso enfrontar ara mateix amb la lectura d’estiu proposada, de la qual veig que ja està disponible la tercera part!)
Hola, Marta
La qüestió és que pujar els capítols de Loca por ti no m’està funcionant: hi ha molt poques visites. Tampoc no les cerco però sempre és preferible tenir certa audiència. Això vol dir que possiblement aturaré la pujada. Això de la trobada no era altra cosa que regalar-te el llibre original BOIG PER TU perquè no et quedis sense saber com continua.. Però si vols t’envio el manuscrit per emial i feina feta. em sabria greu, insisteixo després de la teva amabilitat . No sortir de les aules vol dir que ets molt jove: doncs escrius de meravella. Ja veig que em faràs la competència aviat….i jo, content!! Ja em diràs, doncs què prefereixes.. aparèixer a alguna presentació d’algun llibre meu i te’l dono o envio el text. I moltes gràcies per llegir-me! Salut!!!
Hola, Jordi
És una autèntica tragèdia que es rebutgi d’aquesta manera viatges enriquidors. I també estem d’acord en el trist fet que, si només hi ha quatre passatges en un avió amb d’infinita capacitat, embarcar seria arriscat (amb aquesta analogia tantes vegades utilitzada m’agrada veure les històries i els llibres).
De totes menes, l’amabilitat és teva i qui ha d’estar agraïda soc jo. Agraïda per a defensar el que és, per mi, autènticament el valor més important (i en essència) la literatura: compartir. I en un present en el qual només es defensen interessos individuals, moltes vegades il·legítims i purament avars, i en el qual les humanitats es deshumanitzen per divises, el que fas es guanya tota la meva admiració.
La velocitat del correu no acaba de plaure’m, seria molt trist que aquest «bitllet per a un viatge» acabés perdut en una safata d’entrada envoltat de tantes banalitats.
Prefereixo esperar, nodrint la golafre imaginació amb l’espera, i deixar-me caure per alguna presentació o trobada per a tenir el llibre a les meves mans i deixar que les pàgines m’abracin.
Hola, Marta
En efecte, el desert és infinit (en tants aspectes) que quan s’acabi agost deixaré el text. Soc capaç d’enviar-te la resta per email 😉 com agraïment a la teva generositat de paraules, paciència i fe:) I espero que sí, que un dia, ens saludem! Abraçada (amb cert desànim).