Último de los tres podcasts relacionados con bodas a raíz de una boda en casa y lo que dio para pensar, discutir y mejorar.
De una boda solo me resta por comentar la sección final, llámese también el baile o la faruca, la juerga o el baile con el alcohol.
No voy a meterme en lo de las barras libres de alcohol a gogó porque me llamarán “anticuado” aunque yo lo llamaría “cauto” en aquello de que no me gusta favorecer el consumo etílico entre nadie. Como si al faltar éste se dañara a la fiesta. Dejo el tema y asumo el que sí me mueve para este post breve. El bailoteo de cierre de fiesta.
Llamo a este post la marcha nupcial sin que tengo ecos de Mendelssonn, ni de Wagner o Pachelbel. Cuando el ágape de bodas termina llega el momento de la música y del baile. Se trata de levantar a todos el mundo de sus mesas o sillones (si se trata de un jardín) y ponerles a bailar para que todo el mundo se lleve el recuerdo de “cómo nos divertimos, cómo nos lo pasamos” etc etc: acostumbran a bailar los jóvenes mientras los adultos los miran o acaban integrados en el grupo si, tarde o temprarno, son empujados a la pista de baile.
AL DJ contratado para la ocasión deberían cortarle las orejas que no tiene. Todo el mundo debería saber que todo acto de comunicación (la música en una boda también lo es por aquello de socializar) parte de una pregunta: ¿Quién es el público objetivo al que se destina? Las respuesta, aproximada, sería en la boda que nos ocupa: un 40% menores de 35 años, un 50% , mayores de 35 y hasta 60, un 10% de tercera edad . Se trata de tres grupos con preferencias muy distintas.
¿Qué hizo el demente del Dj? pensar que LA MARCHA en las bodas es esencial, que hay que mover el esqueleto a cualquier precio, que hay que agotar al público con ruido que sí puede parecerse a canciones, que todo vale, que vamos a darlo todo y que lo que cuenta es la muchedumbre moviéndose. ¿Cómo cree lograrlo? Con “Gasolina” de Daddy Yankee, muestra light del reggeton más traspasado que tiene ya 20 años, Waka Waka de Shakira ( la pinchó dos veces) Mari Carmen de “La Pegatina” y otras a las que mis oídos no prestaron atención. La juventud baila… ¿la juventud manda?
Si bien con Mari Carmen logramos que mi madre, la Mary, de 84 años se subiera a la fiesta… el resto de canciones baratas fue deplorable. ¿Donde está el resto de 50% del público objetivo? Mirando el reloj, sentados en los sillones del jardín como si su tiempo ya fuera otro, o tal vez, se hubiera extingido… ¿Qué pasa con Elvis Presley, y con Frank Sinatra y con Nina Simone, o Barry White o con los ritmos de Xavier Cugat o Pérez Prado y otros inmortales…? Esa música nunca va a morir. Y ahí llegamos al trasfondo y al por qué de este post.
¿Por qué esa manía de romper el esqueleto a cualquier precio? En una celebración del amor de la nueva pareja… ¿dónde queda, precisamente, la celebración del amor en el resto de parejas que dejaron de bailar, hace tiempo (en su mayoría). ¿Por qué no regresar a ese tiempo en las discotecas de los 80 en que se cortaba el baile con baladas que permitían pegarte a tu pareja, abrazarla, besarla y otros menesteres en ese cadencioso bailar pegados? ¿Por qué no permitir que los mayores de 50 y de ¡70! años vuelvan a sentir la calidez del amor y ese abrazo, mecidos por la música, que llevaban tiempo sin darse. ¿Por qué no reunir sus cuerpos, de nuevo, los más ancianos, en recuerdo de esa juventud espléndida, ya vivida, desaparecida, pero no olvidada?
¿Por qué el DJ en su estupidez, en su ignorancia nos restó esa celebración del amor de la nueva pareja con la celebración de nuestro propio amor ? ¿Por qué no decir, qué belleza, volvimos a bailar pegados o eso de hay que salir más (aunque se quede en nada) o devolverle las ganas a uno de recuperar bailongos, baladas y orquestas que, como la Maravella o Janio Martí, y tantas nos acompañaban en nuestras veladas de fiesta mayor? Quizás reencontrarse, perdonarse, sentirse, reenamorarse en el telón de fondo de una canción…
Se perdió la posibilidad y mucho me temo que pasa en todas las bodas…
Háganlo. Corrijan a los jóvenes. Háganles ver que la boda es de todos, que el bailar pegados nos permite recuperar nuestro amor, nuestro aliento, nuestros corazones (no me hablen de pandemias ni de distancia social, no va por ahí) Sí, reclamo el bailar pegados como la mejor fórmula de felicidad para todas las edades, que también los jóvenes agradecerán. Porque no pasarán tantos años de lo que contaba el gran escritor catalán Joaquim Ruyra cuando en las fiestas de los pueblos en els balls d’envelat se reunían mozos y mozas de vilas y aldeas vecinas para conocerse y, tal vez, buscar al hombre y a la mujer de su vida. Apúntenlo, también.
Espero un día encontrarme en una boda así, sin sillones donde sentarme, porque mis pies buscan los otros en ese abrazo melódico con el trasfondo del “ne me quitte pas” en ese bailar pegados, cabellos alborotados y un solo corazón?
No me dejes
Debemos olvidar
Todo puede ser olvidado
¿Quién está huyendo ya?
Olvida el tiempo..
Foto propia de mi familia
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