Cuando una editorial o una institución decide convocar un premio literario acostumbra a elegir a los miembros del jurado entre personas con un currículum destacado que les hace valedores de ese papel.
Pero lo que muchos desconocen es que cuando a un premio literario se presenta un número importante de originales sean 20,100, 200 o 400 existe un equipo de pre-selección que determina cuáles de los textos llegarán a los miembros del jurado: son lectores elegidos por la editorial que combinan otras profesiones con su talento como lector.
En su primera y única lectura crítica eligen, la mayor parte de ellos, hojas del manuscrito al azar… pueden quedarse con el primero o el último de los capítulos, leer en diagonal… y reducen el número de originales recibidos según criterios como errores gramaticales, faltas de ortografía, sintaxis, pobreza de vocabulario, originalidad del argumento, creación de personajes etc.etc.
Este es, entonces, el primer jurado al que hay que convencer, un jurado formado por un número indeterminado de personas del que nunca conoceremos ni su nombre ni su currículum, ni su capacidad, lo que puede significar que una novela de calidad sea separada del resto por criterios terriblemente subjetivos, por el extraño juego del azar o la insoportable levedad del ser (con permiso de Kundera).
He vivido dos experiencias en las que el jurado preliminar eliminó dos de mis novelas en dos conovocatorias: la primera fue en el año 2012 cuando presenté una novela infantil con el título “Mi amigo es un zombi” creyendo que, tratándose del tema del bullying y donde le daba la vuelta a los personajes (zombi bueno,/humanos malvados) era una novela que iba a declararse vencedora.
No fue así.
Que una novela no sea elegida como ganadora significa que una novela mejor escrita mereció ese privilegio, ante lo que cualquier escritor debe sacarse el sombrero. Pero acostumbra a ocurrir que, ante la calidad de un original, la editorial responda, al poco tiempo, que se queda con los derechos de edición.
Cuando ambas pérdidas ocurren (no premio/ no edición) el escritor pierde fuelle, terreno, seguridad y uno acaba planteándose, contra todo pronóstico que quizás aquello no era tan extraordinariamente bueno.
La novela “Mi amigo es un zombi” tenía un título poco atractivo: mucho me temo que el jurado entendió que era otra de esas novelas infantiles tipo pesadillas (Stine) hechas para alimentar a un subgénero sin pretensiones literarias.
Volví a presentar esa novela con un título mucho más literario: NADIE, título escasamente comercial que yo pensaba cambiar antes de su publicación pero que iba a encantar a a esos sujetos desconocidos, invisibles, de costumbres extrañas.
Sorpresa: Nadie quedaba vencedora y ganaba el premio infantil de Barcanova de literatura infantil y sus 7000 € correspondientes en el año 2013.
Indiscutiblemente hablando con los editores se buscó un título más acorde con el público lector y este fue Nadie es un Zombi, publicado recientemente, también, por Anaya. Entre uno y otro manuscrito no había ni una sola diferencia exceptuando el título dicho lo cual quedaba corroborado que el primer jurado pre-seleccionador se dejó llevar por un mal título y que hizo poco caso a la novela…
Recientemente mandé otra novela a otro concurso y pensándome ya ganador (uno quizás esté mal acostumbrado) quedé sorprendido cuando no lo ganó brindándole, como no, un sincero aplauso por la novela ganadora pero cariacontecido porqué tampoco la editorial mostró su interés por hacerse con los derechos.
Algo pasó con el jurado preliminar…, esa misma novela fue presentada recientemente a otra editorial que me escribía con alegría y feliz de tener un original entre los suyos mencionándolo como obra de gran calidad literaria
(El libro aparecerá en el 2018)
Conclusión: existen jurados preliminares sin capacidad para elegir las obras que serán leídas por el jurado… otra maldición más que el escritor deberá tener en cuenta para su supervivencia y equilibrio mental en el momento de mandar sus originales a un premio literario: Que varias subjetividades pueden atacar a una obra de caridad porque existe una cadena de horrores humanos que no siempre razonan como uno cree deberían.
¡Y cuídense ustedes! Nos lo merecemos.
0 comentarios