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UN ITALIANO EN CASA O TEORÍA DE LA JUVENTUD PERDIDA

By Jordi Folck
27/11/2018

Recordará el lector que en mi último post hablaba de mi atrevimiento y mi reincidencia en lo de alquilar una habitación a estudiantes. Había tenido una magnífica experiencia con una joven doctoranda, ya feliz doctora, pero esa experiencia fue como un espejismo: los que vinieron, por un breve espacio de tiempo fueron de mal en peor. Y fueron esas extrañas especies las que me permiten hablar de la juventud perdida o de valores que ya no son los míos ( o sea, quizás el perdido soy yo).
De todos ellos, entre los 22 y los 27 años aprendí algo. Generalizar y extraer la conclusión de que los jóvenes se perdieron no resistiría ningun control estadístico. Así que sirva de ejemplo de que , por lo menos, una parte de los estudiantes son así.
De cuatro casos -Gio, Seb, Chi-Chi (nombre inventado) y el último, Benito, extraigo las siguientes conclusiones:

1. No leen (fuera de sus libros de estudio).
2. Ven series, campeonatos de series en Netflix, de 2 a 4 capítulos seguidos. No tiene horarios para ver tv. No distinguen mañanas o tardes o noches
3. No van a museos. No les interesa. No saben qué exposiciones temporales hay en Barcelona.
4. No van al teatro (bueno pero si no entienden el catalan…. ok) ni al cine.
5. Llegan sin saber que aquí hay una lengua, el catalán. En estancias de 2,3,4 meses no muestran interés en conocer ni una palabra. Bueno si, “adéu”
6. No visitan monumentos ni lugares turísticos a menos que reciban a familiares. Lo ven todo por internet
7. Rechazan las películas clásicas que tengan más de 10 años. En el caso de Benito, el italiano, compartimos la película “La profecía” en casa en un cine forum muy completo con el que el muchacho quería impresionar a su novia.
8. Son vanidosos, se creen indispensables y cuentan con un ombligo más grande de lo normal y allí ven girar al mundo.
9. Han cambiado los sueños por el sueño; duermen a todas horas.

Pensamiento en voz alta de Benito, el bendito viendo “La Profecía”: “Salen de la entrevista con un viejo monje medio ciego en Roma, toman la carretera y, mira que casuialidad, se les ha hecho de noche para que lleguen al cementerio y así aparezcan los perros salvajes. ¡No es nada creíble!”
No saben nada de cine bien hecho, de cine artesanal, de convenciones de género, de magia. Son insesibles, arrogantes, engreídos, vanidosos, gallitos que dan lecciones creyéndose que la suya es la única y la mejor de las opiniones. NO se dejan llevar por la ficción. La llevan ellos.

Cosas de Benito, el italiano y último, ultimísimo inquilino

Benito (¡¡¡como narices en Italia aún queda gente que le ponga a sus hijos ese nombre tan mussoliniano!!!) tuvo visita de la novia la semana pasada. Se levantaban a mediodía o más tarde. Él veía sus partidos de futbol y ella lo acompañaba (queriendo o no).
Alquiló una habitación en casa y se queda a ver series en el sofá del comedor envuelto en su nórdico (el de la casa, vamos) sin preguntar “¿puedo?¿ molesto?”.
No le gustaba su mesa en el despacho (en el estudio) y se la llevó al comedor y ahí la dejó porque en el despacho no se concentraba.
Un día esa misma mesa la colocó en la cocina (pequeña) para cenar con su novia francesa demostrando su capacidad de gobierno y autonomía sin pedir permiso y, como en todo lo que hace, dice, piensa, creyéndose en el GRAN DERECHO. ¿Pero la gente no sabe que se alquila una habitación y que se comparten, NO POSEEN, los espacios comunes?
Benito nunca ha bajado la basura. Preguntó, una noche: dónde se deja la basura?. Se le respondió : abajo en los contenedores de la calle
-Ah que bueno, pues se la dejo ahí para cuando la bajen -respondió encerrándose en su habitación.
El joven de buena familia que bebe en vasos de plástico para no lavar vasos no sabe quien es Gaudi, ni Dalí. Estudia dirección de empresas y dice que con 30 años aspira a ser millorario. Posiblemente se convierta en el más cabrón de los jefes, en el mentecato de altura que vieve en el piso cuarenta, tenga novia y amante y amigos como él: desprecia al género humano que no le iguala. Para él un artista es un muerto de hambre y un jugador de fútbol, un mito.

Y aprendida la lección, con la mayor de las humanidades, espero que llege Navidad para que Benito se pierda, bendecido, en la noche de los tiempos y se convierta en una estrella empresarial. Mientras eso ocurra, seguiremos leyendo con gusto, viendo pocas series, escuchando la música que nos guste, refocilando en el sofà o en el suuelo de la cocina, quizás pobres, pero felices de que las perturbaciones atomsféricas se perdieran por media Europa.

Que así sea, atajo de ineptos, nubarrones oscuros en cerebros estrechos, dioses de papel cartón engominado, fanfarrias descoloridas, alimento de EGO. Y una vez liberado, el mundo seguirá rodando en paz…

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