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MEMORIAS DE UN ESCRITOR (24): REUS, 1992

By Jordi Folck
24/05/2020

Iniciamos la Fase 1 y eso me permite,  ya con mayor libertad, volver a mi pasado , recuperar algunos momentos de mi vida de escritor, indagar en sus raíces y construir una especie de árbol gramatical que uno desea de copa elevada y larga sombra.

1992
Me quedé en 1991 con un hijo en el mundo (Aleix) y un libro, La Rosa de Reus, una aportación original, o léase un libro con publicidad pagada por sus anunciantes, los comerciantes de Reus. Y llegó 1992, el año olímpico, el gran lanzamiento de la ciudad para aquellos que ni sabían si la ciudad  estaba en México o en el sur de Francia, que nada sabían de Catalunya y poco de España,  cuando la vila olímpica se llenó de dioses que iban a fornicar en las playas abandonando allí sus condones , como cuentan las crónicas de la época. Barcelona renació y de una ciudad industrial  nacieron nuevos espacios verdes, nuevas instalaciones olímpicas y un ejemplo de organización de unos Juegos que quedaron como los mejores  con una ceremonia de inauguración de quitar el aliento en un homenaje inolvidable al mediterráneo.

¿Qué hacía el futuro escritor que seguía viviendo en Reus? Negocio, no letras. En 1992 se popularizó el pin, la insignia, esa pieza de metal, el distintivo que se clavaba en la solapa de la americana. Recibimos en mi  agencia publicitaria  de Reus, Folch-Genius & Co. un representante del equipo olímpico de Costa Marfil para que le hiciéramos los pines. ¿Cómo supo de nosotros? Misterio. Era un hombre orondo vestido con ropa holgada y coloreada. Nosotros teníamos un acuerdo con una pequeña fábrica en Riudoms (la media cuna de Antoni Gaudí, el arquitecto) y alí fabricábamos los pines más urgentes. Los que no tenían tanta prisa se fabricaban en el sudeste asiático donde mi hermano Josep Maria había logrado un contacto. Nos cobraban a 17 pesetas el pin  y los vendíamos a 50 o 60 lo que era un buen negocio. Creo que fue en el Diari de Tarragona que salió un artículo fotografiado con mi hermano y el título de “El rey del pin” suponiendo que, siendo industral e ingeniero, el rey era él. Pero ahí salió la voz disconforme de mi esposa que le pareció insensato y desafortunado ese eslogan. Entiendo que, aunque se refiriera a mi hermano no le apetecía estar casado con uno de los reyes del pin que debían sonarle a gambas o “el rey de los embutidos” o “del pollo frito”.  En todo caso, durante varios años, la fabricación de pines dio trabajo a Malasia, a  Riudoms y a Folch-Genius & Co.  Tuvimos aciertos y fracasos. El fracaso, una campaña de pines para los taxis de Barcelona que nunca fue pagada -por el mal consejo de un asesor económico que tuve, un tal Francesc no sé qué-  que quedaron embargados porque hubo en Ciutat Groga (la  entidad de los taxis de Bcn) una lucha interna de alguien que dio el Sí sin tenerlo solo por chinchar a otro. El mundo de la política, de los consejeros, de los asesores que el Ayuntamiento de Barcelona metía en sus asociaciones y colectivos daba ya tanto asco como ahora.

Tarragona Ciutat Insigne

El mayor éxito, una campaña de 82 insignias de monumentos de Tarragona, reproduciendo fachadas, palacios, fuentes, ruinas, plazas… Para esa campaña abrimos en Tarragona una subsede, una segunda sede u oficina hasta donde llegaban los clientes  a buscar su pin. Tarragona Ciutat Insigne (otro concepto de mi invención)  consistía en una ruta comercial por los establecimientos que, a cambio de una compra mínima obtenían ese pin coleccionable ( o adquiriéndolo directamente) . Y en algunos casos con colas considerables. Fue un éxito que me deparó reconocimiento y fortuna. De hecho cuando nació mi segundo hihjo Eduard, en octubre de 1993, obsequié a mi esposa con un reloj de oro y brillantes, el ” Reloj Catedral”  del joyero tarraconense Blázquez valorado en 4000 euros. Nunca , en mi vida, he hecho un regalo de cuantía tan elevada y  es que escribir, no sería, nunca, una cueva de Alí Babá  ni una puerta principal al Banco de España. Quizás un acceso al mercado de las pulgas…

La boda de Sara y Ernest y una cucaracha no invitada

En 1992 hubo también una boda, la de mi hermana Sara y Ernest Escaich: creo que, aún hoy, me costaría encontrar un tipo tan estupendo: amable, bondadoso, divertido, gentil, siempre  sonriente. Habia estudiado ingeniería con mi hermano y fue él quién les presentó.  Mi regalo en la boda fue una sorpresa. No solo escribí un texto precioso para ellos que iba a ller al concluir la ceremonia sino que, sin ellos ni nadie saberlo incluí a un cuarteto de cuerda.

La boda se ofició en el Santuario de Misericòrdia de Reus.  Si lo cuento es porque también allí pasó algo. Si en mi boda no encendieron las luces hasta la llegada de la nova -habíamos sido avaros con la propina a los majaderos que cuidaban del templo- ocurrió que cuando el cuarteto de asentó en uno de los rincones de la iglesia para acompañar musicalmente la celebración recibieron órdenes de no  tocar. Uno de los hideputas  que por alli pululaban dijo que no iba a permitir que tocaran porque eso favorecía la competitividad entre las parejas. El hijo de puta ya había olvidado que para la boda de los hoteleros Cabrera incluso sonaron las campanas de la iglesia que supongo habían sido previamente untadas con dinero generoso. ¿¿¿Y a mí me decían que no podían tocar por favorecer la competencia??? Estaba yo en el altar. Llegó mi hermana a la puerta principal del templo acompañada de mi padre. Ernest, bello, elegante esperaba en el altar.No había marcha nupcial ni la grabada en cassette que ponían en esas ocasiones.  Mi hermana dio su primer paso hacia adelante en el silencio que nunca fue tan sepulcral. Entonces me precipité  nave abajo para indicar a los músicos que yo asumía la responsabilidad  y que por el amor de DIOS, ¡TOCARAN! Al avanzar corriendo por uno de los laterales, sumamente nervioso, tropecé con uno de los escalones  y me caí cuán largo era con todo mi impóluto traje de ceremonias. El impacto  de la caída en el silencio del templo fue roto por una palabrota que pocas veces había usado ” PUTA” que, gritada en plena ignominia  resonó en toda la iglesia llevada por el eco de los diablos (que no creo por los ángeles). Me levanté… les dije que tocaran  y así mi  querida hermana pudo entrar con la marcha nupcial y Ernets esperaba en el altar, mientras preparaba planes de asesinato para quien por suerte olvidé el nombre.  La rabia contenida, los nervios vividos me llevaron a otro momento de “gran final”. O el circo aún no había terminado. Cuando les leí el texto que había escrito para Ernest y Sara y cuando esta se me acercó para decirme, con lágrimas en los ojos, que “que bello” estallé en lágrimas desatadas y públicas, avergonzado de no poder calmar el llanto por lo que había vivido: deseaba a Sara y Ernest la mejor de las bodas, la mejor de las fiestas y un energúmeno, una cucaracha me había puesto el miedo en el cuerpo de que en vez de boda fuera funeral. Ahora Ernest y Sara tienen tres hijos y viven felices. Entiendo el agnosticismo de Enest que quien sabe si nació esa tarde de octubre en Reus. No he vuelto a llorar en público jamás. Quizás se quedaron allí todas mis amarguras.

Creo que fue en 1994-5 que hubo una separación amistosa con mis socios y me quedé solo con Folch-Genius & Co, la agencia de publicidad del carrer Monterols de Reus. Y que ese negocio de pins vino, curiosamente, después de la separación dejándome unos buenos dividendos que dieron incluso para un Nissan primera. Nunca los libros, hasta hoy, iban a dar tanto con tan poco trabajo: traerte 160.000 pins desde Kuala Lumpur.

La política me llama pero nunca devuelve la llamada

En aquel tiempo empecé a asesorar a algunos políticos. Tuve la suerte de ayudar al que fuera el alcalde más joven del país  en el año 1995 dándole aplomo, seguridad personal -no había alcanzado ni los 25 años-  ayudándole con sus discursos. Y ganó. Ha sido alcalde durante 28 años.  La misma operación la realicé con un empresario de la construcción que quería acabar con nueve años  de corrupción, de un alcalde beodo y tunante que había comprado 9 kms de fuegos artificiales para encender el día de su relección, relección, que nunca  llegó.  El empresario ganó y estuvo diversos años de alcalde e incluso con cargos en la Diputación . Peor suerte tuve con una alcaldesa que, a pesar de cuidar de su propaganda, de su imagen , de llevarla incluso a la peluquería  (entíendase como metáfora) de prepararle sus textos no ganó. Pero fue culpable el pacto antinatural que había firmado cuatro años atrás PSOE- Ciu.  Curiosamente ninguno de los políticos a los que ayudé, con mis capacidades oratorias, con mi pluma para escribir agradecieron nunca nada, ni nunca  me echaron una mano o ofrecieron a mi pequeña agencia de la calle Monterols de Reus una iniciativa, una propuesta, una campaña, un trabajo… ¡Ay de aquellos que se olvidan tan pronto de quienes obtuvieron una gracia, un favor, cuando lo necesitaban  y no devolvieron jamás -las sonrisas y golpecitos en los hombros no facturan-  esa ayuda cuando resulta necesaria. De ahí que dejara  algunos años despues, ese oficio tan desagradecido!

Mientras todo esto había ocurrido llegó el segundo de mis hijos, Eduard Jordi,  en 1993 (lo de Jordi como nombre compuesto fue una decisión mía) y aunque así figura en su DNI nunca usó su segundo nombre, más propio de telenovelas que de la vida real. Dos hijos ya, y seguía viviendo en una ciudad pequeña, propicia al “vuelva usted mañana” con los comerciantes como fuente de ingresos. Hubo también una pequeña campaña de pines ( 7 modelos distintos)  para el comercio de Reus y algunas primeras campañas publicitarias televisivas, como ya conté.

Etcétera, Etcétera

En 1993 apareció mi segundo libro, un compendio de relatos fantásticos., “Etcétera, Etcétera” que publicaría Edicions del Bullent en Valencia 

¿Cuál fue la génesis de este libro?

En el verano de 1989 había leído, por segunda vez, tal vez ya la tercera, esa obra maestra inacabable y fascinante que es La historia Interminable de Michael Ende y me preguntaba a mí mismo si sería capaz de escribir un libro así. En todo caso y habiendo ya conocido ese año a José María Ricarte en la UAB, el profesor de creatividad que, como ya dije me cambió la vida, ocurrió algo un cinco de septiembre: iba en automóvil hacia Cambrils cuando, de repente, me atacó una idea, particularmente extraña…

Continuará

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2 Comentarios

  1. Arturo Padilla

    JordiiiiI!
    M’agrada molt conèixer la teva història, de debò, el moment de l’ensopec a l’església ha estat èpic! I quan has esmentat el llibre de “La història interminable” m’has fet recordar que me’l vaig llegir amb onze anyets. Quins records!
    Una abraçada, artista!

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    • Jordi Folck

      Gràcies, Arturo el Grande.. a veure si t’animes a explicar-nos la teva….!!!!!

      Responder

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