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LOS JÓVENES NO NECESITAN LIBROS Y SÍ CREATIVIDAD (y ya los libros vendrán después)

By Jordi Folck
10/06/2017

Como la comunidad educativa está siempre de acuerdo con mis crónicas y todos los escritores se fueron ya de vacaciones (olvidando su espíritu crítico) voy a intentar, en una pura provocación, llamarles la atención para que, los unos y los otros, se sumen a un debate enriquecedor.
Esta crónica sigue, persigue o continua la anterior y añade más leño al fuego (crematorio) en el tándem tecnologías-jóvenes en un pentagrama de canciones que no suenan como deberían al que añadimos otro tándem rezagado que es ¡libros-educación! (lo que resulta una especie de abracadabra inverso donde se cierran todas las cuevas del saber).
En resumen, lo dicho: los jóvenes hiperconectados, especialmente entre los 11 y los 18 les dan la espalda a los libros.
Copio y pego del anterior post:

En conclusión, se trata de que la lectura sea un acto voluntario (más allá de las prescripciones educativas y de la lista de lecturas obligatorias) de disfrute y enriquecimiento consciente y que un libro lleve a otro.
¿Cómo aumentar el disfrute, sus emociones, su intensidad lectora, como animar a devorar libros sin que ello obstaculice su acceso a las tecnologías conviviendo ambas en una relación mucho más armónica? Cambiando su cerebro. Necesitando leer para disfrute y para beneficio personal.
La CLAVE: CREATIVIDAD PARA UN CEREBRO CREATIVO FELIZMENTE ANIMADO

Definiré en 7 puntos el por qué la lectura es un campo de batalla profesor-alumno donde gana el primero pero sin que el propio lector se haya presentado a la batalla o sin que aparezcan los cuerpos después del combate: simplemente porqué, insisto, ellos no estaban allí.
1. A algunos docentes no les importa matar lectores: debe ser uno muy cerrado o muy académico (que en ocasiones son sinónimos) para recomendar la lectura, en el mismo curso de “La regenta” de Clarín” y Don Quijote de la Mancha”. Pese a eso, mi hijo Aleix con 15 años sobrevivió a la afrenta y hoy es un destacado lector.
2. Si expulsáramos las lecturas obligatorias pocos leerían. Me atrevo a augurar que apenas un 10%. Tomen como fuente fiable mis experiencias en el aula con más de 400 visitas a escuelas donde mis libros son lectura obligatoria y mis charlas con el profesorado sobre lectura. Las prescripciones son necesarias porque de lo contrario no quedaría nadie al otro lado. Pero…
3. Muchos docentes realizan controles de lectura o exámenes sobre los libros lo que convierte a la aventura de leer en una caza despiadada, al libro en un libro de texto más, en una obligación escolar de la que deberá rendir cuentas. No tengo respuestas a cómo el profesorado debería acometer esa hazaña de “saber” que se ha leído. Les puedo adelantar una pequeña pista: a menudo frente a mis colas de estudiantes que piden su dedicatoria y su firma es algo que percibo de manera inmediata: basta con palpar el libro como lo haría un ciego para descubrir si ésta ha sido usado o no: en los no leídos el corte de la guillotina se mantiene intacto, la caja/tripa del libro sigue siendo la misma, sus hojas no han sido curvadas y huele a tinta encarcelada. No será un método científico pero a mí me empuja a ofrecer a los no lectores una mejor sonrisa e incluso una mejor dedicatoria a la espera de que me complazcan, lo abran, lo lean, lo adelanten o lo terminen. Pero habría que habilitar otras formas que el examen para descubrir a los lectores y a los mentirosos.
4. La diferencia entre los fórums escolares (o animaciones lectoras) entre alumnos de 8 a 11 años y los de “a partir de…” es que los escritores no acostumbramos a existir a pesar de que ocupemos la proa del aula: los más pequeños celebran como una fiesta tu llegada, comparten preguntas, se muestran más sorprendidos, divertidos; los mayores nunca preguntan, escuchan pero se diría que están en alguna otra parte. Quizás, ya adolescentes, son más comedidos en sus afirmaciones y quizás no esté de moda reírle las gracias a un escritor. O sencillamente, no les interesa (y eso que algunos de mis libros son de terror y asesinatos:).
5. La atención y la concentración que un libro reclama no funciona frente al orden tecnológico actual y al unísono: whats, redes sociales y sus múltiples likes, conversación familiar o algo parecido, ver televisión y quizás, también, almorzar o cenar. Es de lo que trata el ya célebre libro de Nicholas G. Carr “Superficiales: Que está haciendo Internet hizo con nuestras mentes” (Taurus, 2015).
6. De ahí que las campañas publicitarias para incentivar la lectura no sirvan para nada: los que ya leen seguirán leyendo, los que no lo hacen seguirán ausentes. Y es que la publicidad no puede cambiar hábitos y de eso estamos hablando, de hábitos lectores. Insistiré en otro post, con mayor profundidad, sobre la incentivación.
7. Algunas escuelas en Catalunya malinterpretando un decreto del olvidable conseller Ernest Maragall (hermano del ex president) aceptaron como ayudas a la compra de materiales complementarios a los libros literarios y los socializaron, hermosa y envenenada palabra lo que supone un duro trago para escritores que ya no visitan las aulas porque los editores ya no pueden pagarles. Uno de los hermosos beneficios de la lectura obligatoria: conocer al autor, departir con él de su libro sigue siendo uno de los mayores beneficios para el lector ahora privado en parte de ese lujo por políticas de escaparate. Así la biblioteca personal perdía su batalla (otra) y la escuela ganaba volúmenes que pasan de año en año, de mano en mano, hasta morir como viejos trapos de cocina aquellos libros bellos. ¿A quién le apetece un libro así?

Dicho lo cual insisto hasta la saciedad que el libro obligado no funciona (quizás solo entre un 10% de alumnos) y que el libro será útil como una medicina, instrumento de ayuda, fuente de sensibilidad y revolucionario tecnológico cuando acudan a él porqué lo necesitan, porque ahí encontraran las claves para conocerse/encontrarse a sí mismos, para resolver sus problemas ( Bruno Bettenheim tenía razón) como caudal de diversión interminable, regalo-promoción de buen vocabulario y palabras mejores ( los buenos lectores ligan más y mejor) y carta blanca para la mejor imaginación del reino. Porqué los libros, en suma, aumentan la creatividad y el goce de vivir.

Quizás llegó el momento de contar qué es creatividad y por qué es tan necesaria para todos. Pero como temo cansarles aplaco aquí mi cólera y les pido que continúen leyendo, el próximo día.

Gracias

Fotografía propia: alumnos de l’Escola Marià Manent de Premià de Dalt

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