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LA BELLEZA DE LA LITERATURA

By Jordi Folck
03/03/2019

Fernando Rojas Marcos, psiquiatra de NY recomendó a los bomberos supervivientes del 11-S que escribieran para liberarse del dolor, de la culpa, de la muerte de los amigos en ese atentado. Y es que escribir nos libera. Nos entretiene. Nos permite crear un punto de vista distanciándonos del propio texto, a la vez que estamos en él. Nos permite observar con ojOs más críticos. Se escriben planes de marketing como hojas de ruta empresarial, planes personales a tres o cinco años, se escriben cartas o whats de amor. Escribir se hace necesario, mucho más necesario de lo que creen. Y hoy hablamos de la belleza de la literatura que salva o mejora vidas

Después de que un adolescente loco me llamara por teléfono (ver posts anteriores) para amenazar mi vida en una boma estúpida  debo volver a la calma y escribir es como un bálsamo para los sentidos. Todos somos capaces de generar belleza, de detener el paso del tiempo, aparentemente, buscando esa palabra, esa frase, esa expresión que, súbitamente, nos inunda y nos devuelve la felicidad perdida. De ahí que empezara un pequeño curso vía posts para ayudar a nuevos escritores o a personas atrapadas en la lectura que querrían ahora atraparnos a nosotros en su escritura. Sí, necesitamos a los escritore sy a los nuevos escritores. Cuando a alguien le dan por tercera vez un premio (ha ocurrido recientemente con los Premios Edebés con Elia Barceló Y Maite Carranza ) nos alegramos pero nos entristecemos al pensar que no están llegando nuevas voces. Será que todo lo queremos ya, que queremos ser algo ya y ver resultados ya sin saber que la cocina de la escritura, la de los fogones literarios merece su tiempo

Hablábamos en el antepenúltimo post de escribir en primera persona, de segunda y de tercer persona, del narrador omnisciente, del que todo lo sabe y también del estilo directo,  el de los diálogos y el estilo indirecto, cuando esos diálogos son contados  “Y él dijo que…

¿Dónde nace la buena literatura, dónde la belleza de la frase, donde la conmoción del alma? Parte de ella en el estilo indirecto libre, como ahora contamos. Y les pido atención y cierta concentración porque contarlo no es fácil y no quisiera que eso fuera un galimatías. 

Recurro de nuevo a quien mejor lo  ha contado: James Wood en “Los mecanismos de la ficción”.

Recordemos  que la literatura es todo aquello que está escondido bajo la punta del iceberg que escribió Hemingway,  que no todo debe ni puede ser contado. Que los mecanismos de la ficción, la cocina no se muestra: solo los platos ya servidos en la mesa. Hablando claro, no se cuenta todo y no todo puede ser sujeto más verbo más predicado. El lector, cómplice del escritor debe desentrañar entre las palabras las claves ocultas de la belleza.

Y Wood escribe:  

El estilo indirecto libre adquiere su máximo poder cuando apenas resulta visible o audible: «Ted contemplaba la orquesta entre lágrimas estúpidas». En mi ejemplo, la palabra «estúpidas» marca la frase e indica que está escrita en estilo indirecto libre. Si la quitamos, tenemos un pensamiento normal en tercera persona: «Ted contemplaba la orquesta entre lágrimas». La adición de la palabra «estúpidas» suscita la pregunta: ¿de quién es esta palabra? Es muy poco probable que yo desee llamar estúpido a mi personaje solo porque está escuchando música en una sala de conciertos. No, en una maravillosa transferencia alquímica, la palabra ahora pertenece en parte a Ted. Él escucha la música y llora, y se siente violento (podemos imaginarle frotándose los ojos con furia) por haber permitido que cayeran esas «estúpidas» lágrimas. Convirtamos toda la frase de nuevo en un discurso en primera persona, y tendremos esto: «”Es una estupidez llorar por esta pieza boba de Brahms’ pensó». Pero este ejemplo contiene unas cuantas palabras más, y hemos perdido la complicada presencia del autor.

Lo que resulta tan útil del estilo indirecto libre es que en nuestro ejemplo una palabra como «estúpido» a veces pertenece tanto al autor como al personaje; no estamos totalmente seguros de quién es el «dueño» de la palabra. Quizá «estúpido» refleje una ligera acritud o distancia por parte del autor. O bien la palabra puede pertenecer «totalmente» al personaje, y el autor, en un brote de empatía, se la ha «entregado», por decirlo así, al hombre lloroso…

WOOD añade: si en vez de estúpidas, el autor hubiera escrito “entre lágrimas viscosas e hinchadas”  de pronto los adjetivos habrían parecido irritantemente adjudicables al autor. Y lo que era belleza se convertía en un injerto autoral donde el escritor quiere llamar la atención y acaba hundiéndose en la aparatosidad de la expresión, poco acertada y demiasado rebuscada, uno de los errores de los principiantes que jalonan de numerosos adjetivos sus textos.

Gracias al estilo indirecto libre, vemos cosas a través de los ojos y el lenguaje de los personajes, pero también a través de los ojos y el lenguaje del autor. Habitamos en la OMNISCIENCIA Y EN LA PARCIALIDAD a un tiempo. Se abre un vacío entre el autor y el personaje, y el puente entre ambos cierra ese hueco y atrae la atención hacia su distancia. Ver a través de los ojos de un personaje mientras nos animan a ver más allá de lo que puede ver el personaje.

En suma, de lo que se trata es de navegar  entre autor y personaje. Le atribuimos al personaje consideraciones que pertenecen tanto al autor como al personaje. 

En mis principios de escritor, aún sin la técnica de escritura consolidada, sin la capacidad de observación agudizada  pensaba que escribía mal cuando sembraba, sin darme cuenta esa indefinición sobre papel. Me decía a mismo “que malo debo ser cuando ya no se quién habla si el personaje o el autor”. Y quizás confiando en que nadie iba a notar ese error seguía sin ni tan siquiera imaginar que estaba en el estilo indirecto libre el que concede, precisamente, a la literatura su carta de grandeza. Y no fue sino al cabo de muchos años  para mis clases de escritura creativa en la ESRP (UB) que decidí agarrar al toro por los cuernos e investigar ese “que coño estaba haciendo” y si a mi error se le podía llamar de alguna forma. Y no era un error, sino una forma de belleza de la que Henry James (lean “Autor, Autor” de David Lodge) o James Joyce,  Dickens, Chéjov, entre otros muchos, había sido maestro.

Tampoco había leído a Flaubert que escribió:

Un autor en su trabajo debe ser como Dios en el universo, presente en todas partes y visible en ninguna ( de sus cartas de 1852). Como el arte es una segunda naturaleza el creador de esa naturaleza debe actuar con unos procedimientos análogos: dejemos que se note en todos los átomos, en todos los aspectos una oculta e infinita imperturbabilidad. El efecto en el espectador debe ser una especie de asombro: ¿Cómo ha podido ocurrir todo esto?

Y así el estilo indirecto libre es, así, LIBRE. Pertenece al personaje y pertenece al autor, pudiendo compartir ambos una misma frase.

…La señorita Wix poseía, para Maisie, un encanto  que se hallaba presente en toda ella y que transmitía que, de alguna manera, a pesar de su fealdad y su pobreza, era peculiar y tranquilizadoramente segura;  más segura que ninguna otra persona en el mundo, que papá, que mamá, que la señora con las cejas arqueadas, más segura incluso que la señorita Overmore…

Tercera persona. Estilo indirecto libre. ¿Ese “encanto” es una opinión del autor o de Maisie? de ambos.  Y sobre todo  que papá, que mamá, que la señora … Con esa expresión infantil escrita por el autor nos adentramos en el universo de los niños. Penetramos en el pensamiento de Maisie, que es también la voz de un adulto cuando le habla a un niño.

¿A quién prefieres a papá o a mamá? es la frase de un adulto dicha a un niño.

Otro ejemplo para terminar del mismo Wood. O la belleza de la literatura bien hecha.

En “Una casa para el señor Biswas” de V.S.Naipaul el autor se refiere siempre a Biswas como señor. Esa distinción tiene en sí algo de ironía heroica-burlesca, ya que el “señor”  es , a un tiempo, el título honorífico más corriente y, en una sociedad pobre, un logro en absoluto espontáneo. “El señor Biswas” podríamos decir es estilo indirecto libre en germen: lo de “señor” es como le gusta pensar a Biswas de sí mismo, pero es lo máximo a lo que llegará a ser nunca, igual que todos los demás. 

Ironía, pues, del autor al reírse de su personaje y del mismo señor Biswas que se considera como tal para ser, después, acreedor, de todas las posteriores titulaciones y nombramientos que nunca llegarán.

La pregunta es si debe buscarse ese efecto o debe nacer libremente con el tiempo y el dominio de la técnica literaria. Mantengo que  es algo consciente-inconsciente, que el autor domina, que le nace en su capacidad y su probable genialidad y que, quizás,  pueda salir mal con pocas tablas o bien, pero con mucho esfuerzo. Esa confusión querida y deseada de voces no debe llegar ni al escritor que quedará exhausto de su odisea ni al lector que quizás descubra el apaño, el invento, la cocina cuando la pasta quedó cruda o demasiado hecha.

¡Cuídense!

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1 Comentario

  1. Aurora

    Muchas gracias por tu articulo. Saludos.

    Responder

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