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El chico de papel, 30 años después

By Jordi Folck
09/04/2019

En estos  días apresurados en los que parece que solo existe Sant Jordi y los escritores nos movemos como marionetas del destino por entre librerías, escuelas, clubs de lecturas, centros cívicos, mesas de restaurantes, cócteles, presentaciones propias y de amigos uno debía hacer un alto en sus apuntes de escritura. Hacer un alto es dejar descansar el teclado que no el cuerpo. Ayer mismo a las 3 de la tarde  abandonaba una escuela en Olot y recorria 265 kms para llegar a Cambrils y presentar el nuevo libro de ese fenómeno que es Rosana Andreu para regresar a Barcelona por la mañana, asistir esta noche  (hoy) a una cena literaria y mañana tomar un AVE para Lleida, regresar por la noche porque este jueves doy un curso de pensamiento creativo e innovador en una escuela para volver a Reus este viernes a las 3 y de nuevo a las 6 en Barcelona para presentar la niña de mis ojos, EL NOI DE PAPER /EL CHICO DE PAPEL

Cre que este libro se erige como un ejemplo de perseverancia y de que el escritor nunca debe quemar sus naves y sí tener fe y esperanza aunque cuando se publique el libro su cuerpo ya no sea el mismo (añadiría ahora aquello de las heridas del tiempo pero ya está muy manida esa expresión)…

En una sola frase: el libro de los casi 30 años. el libro tejido y destejido, hilado y deshilachado como Penélope, cosido y recosido, blanqueado, cortado y recortado y, al final, ya crecido, blanco, puro, luminoso. Mi Quijote, mi Holly Golightly, mi Peter Pan, mi Capitán Grant perdido, mi Campanita, mi patito feo…

Fue un 31 de diciembre del año 1990 cuando, ese sábado, me acerqué a mi agencia publicitaria en Reus. Mi hijo de dos años, Aleix, se me acercó para susurrarme una cacofonía que iba a ser mágica. 

-Adiós, papa paperet (adiós, papa papelín) Y de repente, el milagro. Sabía QUÉ iba a decirme…

-Papá, ¿por qué no escribes una historia de un papá de papel?

Y me llevé ese idea conmigo hasta 7 años después cuando ya tenía un cuento de 12 páginas.

Y en agosto del 2007 tenía 300 hojas reconvertido el cuento en  novela. Y en el 2015 había recortado 50 páginas de descripciones que, creía, detenían la historia: diálogos de nubes, una carta al chico de papel, una historia en los campos de concentración que nada añadía a la historia principal. En el años 2015 cambié el principio cuando leí en prensa que cientos de escuelas de todo el mundo habían arrojado al viento aviones de papel para pedir la paz del mundo. ¿Y esi esa pajarita, la voz de la conciencia no llegaba desde una escuela sino desde territorios en crisis, desde el desierto saharaui? ¿Y si ese trozo de papel se convertía en pájaro y llegaba hasta Ciudad Vieja en Praga?

Y así en el 2018 la mandé con pseudónimo a un concurso en Barcelona. Y lo gané. El premio Ramón Muntaner de Literatura. Mi chico, mi otro hijo, el hermano de Aleix y Eduard, mis hijos carnales echaba a volar. 1990-2019. Casi 30 años después, mi historia interminable tomaba papel y cuerpo y vida…

De un anciano matrimonio de libreros sin hijos nacerá un niño de papel con serpentinas por cabellos y lágrimas de confeti.  Leo Barnes será un niño frágil de cuerpo pero de enorme inteligencia y sensibilidad, no en vano está hecho con las mejores páginas de literatura del mundo, de filosofía, de incunables del mundo antiguo… No le será fácil sobrevivir en un mundo gobernado por la apariencia física y donde los valores humanos cada vez son menos reconocidos.Una pajarita de papel, como la voz de su conciencia servirá de lazarillo al muchacho cuando inicie su aventura vital. El chico de papel, al crecer, descubrirá algunas de sus habilidades: le bastará su voluntad para convertirse, a través del arte de la papiroflexia, en barco, en avión, en flor echada al viento. Nuevos peligros caerán sobre el muchacho y su fiel amiga cuando, descubierto su secreto, será deseado por aquellos que querrán convertir al muchacho en la estrella de un circo ambulante o en el prototipo de un ejército de soldados de papel.

El chico de papel es mi homenaje  a los grandes personajes de la literatura, desde Pinocho hasta Peter Pan, el niño volador, el Pequeño Príncipe o mi Bastian Baltasar Bux de la historia interminable de Michael Ende a través de una mezcla de géneros que incluye a los cuentos maravillosos, el musical, la aventura, el humor e incluso el suspense y el terror, en una fábula sobre la eterna lucha del bien y el mal en un trasfondo de sentimientos donde priman valores fundamentales como la familia, la amistad y la entrega, la búsqueda del sentido de la vida, la atención hacia las minusvalías físicas o psicológicas y el cultivo del espíritu por encima de la materia. Ese chico llegó  para quedarse entre los corazones de los que aman la buena literatura y la imaginación como único resorte para mover el mundo y para extraer del lector de todas las edades lo mejor de sí mismo. De ahí que sea mi hijo querido, adorado, esperado al que solo le falta crecer y volar, de ahí que le considere como mi primer testamento literario y  mi mejor obra. 

Y un homenaje a los libreros, esos farmacéuticos que prescriben libros, y salvan almas

­    –¿Una niña de tres años y con tirabuzones? Tome, llévese este libro de los Grimm… ¿Un niño algo travieso y de mirada revoltosa, de nueve o diez años? ¡Tenga este de Gianni Rodari y ya verá lo bien que le sienta!

     Eran como farmacéuticos que en lugar de recetar pastillas y jarabes contra la tos recomendaban buenas y perfumadas dosis de papel blanco y reluciente.

     Al poco de quedarse vacía  la tienda otro sonido me llamó la atención: el que llegaba de un reloj de madera donde las agujas marcaban las ocho. De una portezuela asomó un pequeño pájaro amarillo el cual, sin abrir la boca, lanzó unos estridentes cucús. Volé hacia él, pero el muy desagradecido cerró las puertas en mis narices. Si él podía cantar sin abrir el pico, ¿no podía hacer yo lo mismo para darme a entender? Me posé en las agujas del reloj  cuando una mano me tomó con ternura.

     –Vino siguiéndome. Se posó en mi sombrero. Pensé que nos traería suerte –dijo colocándome en la palma de su mano.

     –Mamá –respondió su gota de agua– ¿desde cuándo las pajaritas de papel traen suerte?

    –Ésta es distinta, ya verás. No tendrá voz pero tiene corazón.

Leo Barnes, hijo de James Barnes (trasunto de James Barrie) homenaje a las librerías norteamericanas Barnes & Noble. Sofía, uno de los personajes del libro…una incitación a la sabudiría. Ajax andronicus, a los profesores que tuvimos y amamos.

Ludovico Cuccio, un personaje timburtoniano, huérfano imaginativo que viajará con su circo de engendros,  un nuevo y especial tributo a Miquel Ángel Juan, un personaje real, extraordinario al que conocí en Igualada hace ya algunos años,el creador del circo  llonovoy http://www.llonovoy.com/ . Augusto Anderson, homenaje a Hans Christian Andersen pero que en vez de cuentos, fabrica juguetes. 

Más de 40 referencias a escritores que moldearon mi vida: Charles Dickens, Lewis Carroll,  Moliere, Michael Ende, Jaroslaf Seifert, Antoine de Saint Exupery, CS Lewis,  Henry Rider Haggard, Alejandro Dumas, Roald Dahl o Dorothy Parker, Miguel de Unamuno y sus papirolas o Rosalía de Castro…

Presento El chico de papel en Barcelona este próximo viernes. A los que puedan, a los que quieran acompañarme a ese bautizo literario, un millón de gracias. Si no pueden por la lejanía, mándenme sus corazones y los presentaré a mi niño de papel que él sabrá cuidarlos.

¡Gracias!

el chico de papel

 

VIERNES  19’00 H

Centre cívic PERE iV, Comandante Benítez,6 . Metro Badal, Les Corts Barcelona

 

 

 

 

 

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